La carrera de 'Piojo' López sacude Mestalla

Cuando el partido ya está maduro, Luis guarda tres hombres para recogerlo: Moya, VIaovic y Claudio Piojo López, sobre todo este último, que, en su estreno en Mestalla, sacudió el estadio con su vertiginosa carrera. En una de ellas, su centro templado lo convirtió Moya en un gol muy bello. Los tres delanteros que entran de refresco comparten como pasión la velocidad y el gol. Le costó al Valencia doblegar al equipo italiano, que hizo valer su procedencia con un fútbol rocoso y serio.Oiga usted, ¿y por qué dicen que Romario es el número uno? Porque casi nunca perdona. Porque es un tipo fr...

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Cuando el partido ya está maduro, Luis guarda tres hombres para recogerlo: Moya, VIaovic y Claudio Piojo López, sobre todo este último, que, en su estreno en Mestalla, sacudió el estadio con su vertiginosa carrera. En una de ellas, su centro templado lo convirtió Moya en un gol muy bello. Los tres delanteros que entran de refresco comparten como pasión la velocidad y el gol. Le costó al Valencia doblegar al equipo italiano, que hizo valer su procedencia con un fútbol rocoso y serio.Oiga usted, ¿y por qué dicen que Romario es el número uno? Porque casi nunca perdona. Porque es un tipo frío que se planta ante el portero y se siente como en el colegio. Un quiebro aquí, otro allá y el meta ya está en el suelo. ¿Y por qué más? Porque, en medio del juego, cuando se mueven miles de millones de pesetas y todo es muy serio, él le regala al público una rabona, ese pase con las piernas cruzadas que ya practicaba otro genio, Maradona. Así que el Valencia ha cambiado uno que perdonaba poco, Mijatovic, por uno que no perdona casi nunca.

Así es que antes de casarse, Romario dejó un presente en Mestalla y de paso sacó al Valencia de un apuro. En el que se había metido, quizá contagiado por un aspecto espectral de Mestalla, semivacío. El caso es que el Perugia -un italiano siempre es un italiano- lanzó un par de dardos para aprovechar el letargo rival y convirtió uno en diana.

De modo que el gol de Romario sirvió para atemperar el desconcierto local, que, por otra parte, fue manifiesto durante todo el primer tiempo. No hubo fluidez, ni siquiera coordinación. Tal vez la ausencia de Camarasa haya trastocado el invento de Luis. Su baja la cubre Vicente Engonga, que pierde su puesto de pivote y el equipo lo resiente. El grupo se queda sin brújula. Tampoco la defensa es la misma sin Camarasa, pese a que Engonga esté soberbio allá donde circule.

Con los cambios, mejoro el Valencia. Fundamentalmente porque Fernando cogió la manija y López asomó su zurda por el flanco derecho, lo que equivale a una batería de centros templados y carreras eléctricas. Para entonces Romario ya estaba en plena siesta, pues los genios lo son con el debido descanso.

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