Tres horas de retraso en Atlanta

Atlanta despidió con tres horas de retraso a la expedición española. La culpa la tuvo esta vez -en la ida se extraviaron durante horas las maletas- la lluvia y una avería en la plataforma que trasladaba los equipajes de los atletas hasta el avión. La dirección del aeropuerto se escudó, en principio, en la tormenta y en un problema con la luz para justificar la demora, aunque luego reveló el desperfecto. El vuelo estaba previsto a las 00.30 horas del martes (6.30 horas de la mañana en España) y no partió hasta las 3.00 horas. Los deportistas -los equipos de hockey sobre hierba masculino y femen...

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Atlanta despidió con tres horas de retraso a la expedición española. La culpa la tuvo esta vez -en la ida se extraviaron durante horas las maletas- la lluvia y una avería en la plataforma que trasladaba los equipajes de los atletas hasta el avión. La dirección del aeropuerto se escudó, en principio, en la tormenta y en un problema con la luz para justificar la demora, aunque luego reveló el desperfecto. El vuelo estaba previsto a las 00.30 horas del martes (6.30 horas de la mañana en España) y no partió hasta las 3.00 horas. Los deportistas -los equipos de hockey sobre hierba masculino y femenino, el de gimnasia rítmica, el de balonmano, de vela, Fermín Cacho, los corredores de marcha, entre otros- cayeron rendidos. Muchos se perdieron la cena.El vuelo de ida hacia Atlanta fue una fiesta desde que el avión despegó de Madrid. Ayer, la juerga se aplazó hasta la hora del desayuno cuando faltaba sólo una hora para el aterrizaje. La parte trasera del avión -en la delantera se sentaron los directivos del COE y los duques de Lugo- se enzarzó en una guerra de cojines y mantas de la que sabe mucho Emilia Boneva, la seleccionadora española de gimnasia rítmica que acabó totalmente cubierta por ellas. Al grito de "Schss ... ¡Que viene, que viene!", la infanta Elena, acompañada de Carlos Ferrer Salat, presidente del COE, fue saludando uno por uno a los deportistas. Ferrer Salat incluso simuló un combate con el boxeador Rafael Lozano. A medida que el vuelo finalizaba, los cantos fueron mayores, a alguno le dio por bailar por sevillanas y acabó en un atronador aplauso y gritos de España, España! cuando se aterrizó.

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Sólo quedan ya en Atlanta una Villa Olímpica que dejó de prestar sus servicios el lunes -no funcionaban ni las máquinas expendedoras gratuitas de Coca-cola ni el tren que trasladaba a los atletas al comedor- y los miembros del ADO que desmontaron la infraestructura del COE. Y algún voluntario que nada más acabar la clausura vendía como recuerdo su camiseta o su salakov y quienes han tenido la idea de comercializar una camiseta, de forma clandestina, que reza, en inglés: "Yo he sobrevivido a Atlanta".

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