Hall no pudo destronar al emperador Popov

En la prisión de Tucson (Arizona), Charles Keating, campeón universitario de Estados Unidos de 200 de mariposa en 1946 y ex presidente de la empresa financiera Lincoln Savingn and Loan Co., recibe regularmente las visitas de su nieto. El chico se llama Gary Hall Jr., y ha heredado de su abuelo la estampa larga y fina de los pura sangres de la natación. En una de sus últimas conversaciones, Hall le prometió a Keating que acabaría con el imperio del ruso Alexander Popov en las pruebas de velocidad. El abuelo le dijo que no se preocupara, que si alguien se ponía en su camino mandaría a alg...

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En la prisión de Tucson (Arizona), Charles Keating, campeón universitario de Estados Unidos de 200 de mariposa en 1946 y ex presidente de la empresa financiera Lincoln Savingn and Loan Co., recibe regularmente las visitas de su nieto. El chico se llama Gary Hall Jr., y ha heredado de su abuelo la estampa larga y fina de los pura sangres de la natación. En una de sus últimas conversaciones, Hall le prometió a Keating que acabaría con el imperio del ruso Alexander Popov en las pruebas de velocidad. El abuelo le dijo que no se preocupara, que si alguien se ponía en su camino mandaría a algunos de sus colegas de la cárcel -por ejemplo a Míster Dado- a romper algunas rodillas.Hall, que le debía ésta a su abuelo, no pudo acabar con la hegemonía de Popov en la final de 50 metros, un estallido de velocidad que se saldó en 22 segundos. Cuando quebró la Lincoln Savings and Loan en 1989 se produjo el mayor escándalo financiero de Estados Unidos. Keating recibió una condena de 12 años que afectó severamente a su nieto.

El estadounidense llegó a la final con una abierta posibilidad. En los 100 metros bajó de los 49 segundos y se quedó a sólo siete centésimas del gran campeón ruso. En el relevo de 4x100 metros libres cubrió su posta con el mejor tiempo de la historia: 47,49 segundos. Hall estaba preparado. Y Popov también.

El nadador ruso es un competidor supremo. Desde los Juegos de Barcelona nadie le ha derrotado. Su estilo es perfecto, su deslizamiento en el agua es incomparable y su envergadura -mide dos metros- le permite sacar ventaja en los últimos metros, cuando las victorias se juegan junto a la pared. Nada parece afectarle.

Todo terminó muy pronto. Apenas 22 segundos. Una salida y una llegada. Dos bocanadas para respirar. Y siempre Popov con unos centímetros de ventaja. Desde la salida, en medio de una gigantesca turbina de piernas que pateaban el agua con fiereza. Popov mantuvo la diferencia ante el ataque inútil de Hall, su seguro heredero. Pero ahora, no. La velocidad todavía pertenece la rey ruso, al hombre que llegó de los Urales para acabar con el imperio americano. Cuando todo terminó, probablemente tuvo la intención de enviar un recado a Popov por medio de algún colega. ¿Por qué no, Míster Dado?

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