Descanso a medias

Los atletas se quejan de la comida, del poco espacio y de que los baños están atascados

ÁNGELS PIÑOL "¿Qué quiere un atleta en una Villa Olímpica?". "Tres cosas: dormir bien, que el transporte sea cómodo y la comida buena". Pere Robert, el delegado del equipo español de waterpolo, descansa en un balancín del jardín de chopos de la Villa Olímpica. La relajación es merecida. Hace apenas tres horas que España ha vapuleado a la temida Alemania y está haciendo tiempo antes de ir a cenar. La cita, ineludible para el equipo, es a las 21.00 horas. "Pues aquí dormimos bien porque hay aire acondicionado -en Barcelona no había- pero la comida es horrorosa y el transporte, demencial. Razón n...

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ÁNGELS PIÑOL "¿Qué quiere un atleta en una Villa Olímpica?". "Tres cosas: dormir bien, que el transporte sea cómodo y la comida buena". Pere Robert, el delegado del equipo español de waterpolo, descansa en un balancín del jardín de chopos de la Villa Olímpica. La relajación es merecida. Hace apenas tres horas que España ha vapuleado a la temida Alemania y está haciendo tiempo antes de ir a cenar. La cita, ineludible para el equipo, es a las 21.00 horas. "Pues aquí dormimos bien porque hay aire acondicionado -en Barcelona no había- pero la comida es horrorosa y el transporte, demencial. Razón no le falta.

España no competía se entrenaba en una pisicina fuera de la Villa. Fue el propio Robert quien tuvo que llamar al gerente de esa instalación para que un autocar pasara a recoger al equipo. "Veremos qué pasa. Hace tres días que se olvidaron de los de remo y se quedaron sin trabajar".

La Georgia Teach, la universidad técnica donde está enclavada la Villla, engaña. También el refrescante jardín que alivia del indescriptible calor de Atlanta y donde los serviciales voluntarios invitan a presenciar un concierto de rock.

El ACOG ha concentrado en esta zona, la única de libre acceso para las personas acreditadas, la mejor cara de la Villa Olímpica, pero el maquillaje se marcha en cuanto e le echa un poco de agua.

La villa no deja de ser un campus universitario al que le han puesto unas vallas y donde han alojado a las distintas delegaciones y ubicado los servicios de los atletas. Moscú, Seúl y Barcelona diseñaron y construyeron una ciudad a la medida, pero Los Ángeles y Atlanta han optado por los campus y contener la inversión.

El equipo español sufre doblemente el problema. Si en Barcelona podían ir a comer caminando a varios restaurantes y elegir menú, en Atlanta deben tomar un tren eléctrico cuyo trayecto hasta el único comedor dura 25 minutos y que se estropea con más frecuencia. Como si en una gran ciudad española alguien quedara para comer en el centro. "Ayer, sin ir más lejos, a uno de los trenes le explotó una rueda", recuerda Robert. Y todo eso para ingerir alimentos preperados, carne nada exquisita -la aparición de unos suculentos filetes hace dos días provoco largas colas-, poco pescado y menos aún fruta del tiempo. Faltan hidratos de carbono -especialmente pasta- y sobra mucha grasa.

Teléfonos, pocos. No hay demasiadas cabinas, ninguna gran sala de comunicaciones y los españoles disponen de un único aparato por cada planta de su edificio. Hay que pedir tanda tras la hora de comer -a las 21.00, hora española- para llamar a casa. Los pisos son pequeños. Algunos han empleado el sistema de reconvertir las camas en literas. Y hasta con los cuartos de baño hay problemas. Los de water-polo, por ejemplo, tienen el water embozado desde hace dos días y el olor es tremendo. Menos mal que el Interned funciona todavía.

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