TOUR 96

Escartín, el primer español

Muchos observadores veteranos del Tour han creído asistir los días de montaña a una resurrección. "¿Ha vuelto a correr Lejarreta?", preguntaban incrédulos. "No, no es Lejarreta ése al que se ve retorciendose sobre la bicicleta, aguantando, parece que al límite, el ritmo de los mejores, siempre a punto de quedarse, pero no. Ese es Fernando Escartín. El primer español en la general".El octavo puesto del ciclista aragonés, por delante de Olano, noveno, e Induráin, 11º se podría interpretar malevólamente -simplemente fijándose en los datos que escupe la clasificación general- como un retroceso del...

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Muchos observadores veteranos del Tour han creído asistir los días de montaña a una resurrección. "¿Ha vuelto a correr Lejarreta?", preguntaban incrédulos. "No, no es Lejarreta ése al que se ve retorciendose sobre la bicicleta, aguantando, parece que al límite, el ritmo de los mejores, siempre a punto de quedarse, pero no. Ese es Fernando Escartín. El primer español en la general".El octavo puesto del ciclista aragonés, por delante de Olano, noveno, e Induráin, 11º se podría interpretar malevólamente -simplemente fijándose en los datos que escupe la clasificación general- como un retroceso del ciclismo español, un regreso a los tiempos en los que los escaladores menudos salvaban el honor patrio simplemente estando con los mejores. Sin embargo, ni siquiera eso. La actuación del aragonés ha pasado, apropiadamente, inadvertida en medio de los torbellinos que han arrastrado a Induráin y Olano, las verdaderas esperanzas españolas.

Sea como fuera, Escartín se ha acomodado a ese papel: siempre ahí, en las escapadas buenas, pero nunca ganando. El hombre que está y al que no se le ve. Sin embargo, sus circunstancias en este Tour han sido diferentes a las del anterior, en las que terminó séptimo. Y, sin embargo, han sido también muy parecidas. Entonces salió como escudero de confianza. de Rominger en el Mapei. El hundimiento y la falta de forma del suizo obligaron a Escartín a una demostración de coraje, no hundiéndose con el barco. Aquel Tour le valió las solicitudes de otros equipos y sus deseos de ser líder de uno.

Y como jefe del Kelme llegó al Tour. Pero a los dos días sintió otra vez el peso de la soledad. Los dos hombres más importantes del equipo en la montaña junto a él -Cubino y Buenahora- abandonaron nada más empezar. Otra vez, vuelta a empezar. Pero, curiosamente, el desánimo y el dejarse llevar no cundieron en el equipo. El listo colombiano Chepe González ganó una etapa escapado. Y aún no había llegado la montaña'. Con esa fuerza moral, Escartín se dispuso a pegarse como una lapa a todo lo que se moviera.

Su octavo puesto final, su carácter de primer español, la victoria de Chepe, resaltan, además, un hecho doloroso: ningún corredor español ha ganado una etapa en este Tour. Los triunfos de Induráin tapaban antaño estas miserias.

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