Reportaje:VA DE RETRO

El guardaespaldas de Goya

El ex cantaor manchego Jesús Blanco ha trabajado 20 años como celador del Museo del Prado

Jesús Blanco contempla todos los días cuando se despierta La Venus del espejo, de Velázquez. No pertenece a la familia Von Thyssen, pero durante más de 20 años trabajó primero como vigilante nocturno y después como celador en el Museo del Prado, donde acaba de jubilarse. La lámina que reproduce el famoso lienzo del pintor madrileño preside el salón de su casa, una portería que lleva su mujer en la calle de Cea Bermúdez.Blanco, casado, con seis hijas, manchego de nacimiento, llegó a Madrid hace 43 años. Hizo sus pinitos como cantaor en el grupo Los Chavalilos de España, que obtuvo, según...

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Jesús Blanco contempla todos los días cuando se despierta La Venus del espejo, de Velázquez. No pertenece a la familia Von Thyssen, pero durante más de 20 años trabajó primero como vigilante nocturno y después como celador en el Museo del Prado, donde acaba de jubilarse. La lámina que reproduce el famoso lienzo del pintor madrileño preside el salón de su casa, una portería que lleva su mujer en la calle de Cea Bermúdez.Blanco, casado, con seis hijas, manchego de nacimiento, llegó a Madrid hace 43 años. Hizo sus pinitos como cantaor en el grupo Los Chavalilos de España, que obtuvo, según Jesús, un gran éxito en la década de los cinucenta. Así pudo conocer bien el ambiente nocturno madrileño y hacerse amigo de artistas como Antonio Molina, Tomás de Antequera, Rafael Farina o Pepe Marchena. Pero no compartió su suerte. Su madre le amenazó con echarle a la calle si no buscaba una ocupación más "seria". La encontró como pintor de coches en la fábrica de Barreiros y como repartidor de la prensa del Movimiento. Cuando ésta desapareció, ingresó en la plantilla del Museo del Prado.

Aquí se jubiló el pasado año y aprovecha ahora para opinar sobre los valiosos lienzos que vigiló. Aunque reconoce su incultura pictórica, esto no le impide sincerarse: "Yo estaba en el Casón cuando llegó el Guernica a España. Vino mucha gente a verlo, pero yo creo que no lo entiende ni el que lo explica.Igual es que soy corto de vista. Algunas veces me quedaba escuchando a los guías y me enteraba todavía menos, porque cada uno dice una cosa distinta". Sin embargo, Ribera le apasiona y dice de él que "es uno de los mejores pintores españoles". Si esto mismo se lo hubiera dicho a un visitante de la pinacoteca cuando trabajaba allí, se la hubiera cargado. Los ordenanzas tienen prohibido hablar de los cuadros con el público, salvo para indicarles su ubicación.

Sin saberlo, coincide con los hermanos Marx: "Estoy seguro de que si uno de los originales del museo se retirara y en su lugar se pusiera una copia, la mayoría de la gente, hasta muchos que se las dan de entendidos, no se percataría". Los geniales humoristas americanos lo reflejaron en una de sus cáusticas películas. La curiosidad de Jesús le ha llevado a preguntarse qué buscan en una obra quienes se quedan mirándola más de una hora seguida. "He visto señores que se llevan hasta una lupa, y me han contado que no miran el cuadro en sí, sino los remates, porque la ciencia y el valor del cuadro están en la terminación", afirma convencido.

Tiene muy claro cuál es el público más disciplinado: los japoneses. "El japonés es lo mejor que hay. Llegan con el guía, todos en fila, obedecen al pie de la letra las normas. No hay que preocuparse: ni tocan las obras ni hacen fotografías. En cambio, los brasileños y argentinos son los más problemáticos. En cuanto te descuidas, ¡venga a meter el dedo!". Los españoles tampoco quedamos muy bien parados. "Sobre todo, los que vienen de los pueblos", puntualiza. "No se enteran y salen peor que entran. Pasan de todo, hasta del guía".

De los políticos y famosos nacionales señala que no deben de estar muy interesados en el Prado. "Se pasan poco por aquí. Al menos yo no me he enterado, y que conste que cuando viene alguien importante enseguida se corre la voz. Al único que he visto es a Javier Solana cuando era ministro de Cultura, que vino una noche a inaugurar los negro de Goya. El rey Juan Carlos sí se acerca mucho. Es muy simpático. Cuando viene de visita saluda a todo el personal con el que se cruza. Nos cae bien hasta a los que no somos monárquicos. También vienen muchos famosos extranjeros, y salen locos, porque tenemos el mejor museo del mundo", declara orgulloso. Quizá por eso no ha tenido interés en visitar otros, salvo el de cera, en la cercana plaza de Colón.

Conoce muy bien todas las alas de la pinacoteca porque cada dos meses hay rotación de los ordenanzas que las vigilan. Comenta que la mejor hora para visitarlas es por la mañana temprano porque no hay barullo. Se alegra de la anunciada ampliación del museo. "Es muy necesaria. Yo no entiendo que se gasten millones en adquirir nuevas obras y luego haya más de 300 cuadros guardados en el aImacén".

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No recuerda ningún robo. Años antes de que él entrara, en 1961, un vigilante llamado Gerardo Casro, que vivía en el jardín del museo, descubrió el cadáver de un ladrón que quiso robar dos cuadros de Goya y murió durante la huida. Lo contaba hace 35 años el diario de sucesos El Caso. "En todo el tiempo que yo he estado, sólo hubo un incidente. Un hombre que debía de estar loco cortó un trozo de la tela de un cuadro. Nunca se supo quién fue. Hubo suerte porque lo tiró debajo dé un banco y la obra pudo restaurarse", explica Jesús.

"Sí ha habido muchas falsas alarmas de bomba, con desalojos policiales", añade. "Pero es imposible que se produzca un robo, porque hay fuertes medidas de seguridad. Todos los cuadros tienen conectada una alarma y con tan sólo elevar el tono de voz junto a la pintura, salta. Esto ocurre algunas veces, porque la gente no lo sabe y levanta la voz sin darse cuenta".

Respecto al personal subalterno que trabaja actualmente en la pinacoteca, señala que está muy preparado. "Para entrar les hacen. unos exámenes muy difíciles, claro que también tienen un buen sueldo. En mi época cobrábamos muy poco -yo ganaba tres veces menos que en Barreiros-, pero no nos hacían pruebas". Ha conocido a numerosos directores. Los cambios ponen nervioso a la plantilla: "Los cambios de Gobierno se notan enseguida. Cuando yo entré había cuatro personas en el equipo de dirección. Ahora hay 14 y las cosas no funcionan mejor".

Jesús echa de menos a sus compañeros y se acerca con frecuencia a verlos. Cuando se retiró, la dirección le dio una placa de agradecimiento a los servicios prestados y un catálogo del museo. Poco a poco se está haciendo una pequeña colección, en la medida de sus posibilidades. "Voy comprando y enmarcando láminas grandes. Tengo las majas y el Dos de mayo de Goya, Las lanzas de Velázquez y algún otro que tengo que comprar. Quiero ponerlos en la casa que tengo en Valdemoro, donde vamos a vivir cuando mi mujer se retire de la portería, dentro de dos años".

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