LA CELEBRACIÓN DE UN TÍTULO

El jugador forofo

20 técnicos y siete años de tensiones internas no han mermado la pasión de Solozábal por el Atlético

Si dentro de unos cuantos años descubre a Solozábal en la grada animando al Atlético con una bufanda rojiblanca no se extrañe. Seguro que es el mismo Solozábal. Sí, aquel jugador que vivió la conquista del doblete en el año 1996, que ganó la medalla de oro con la selección en los Juegos de Barcelona en 1992 y quién sabe qué otras cosas más. Solozábal es un caso de jugador forofo y, puestos a elegir, probablemente un hombre inmensamente feliz en la noche del pasado sábado. Quizás, el más feliz.Cuando se señala con el dedo a Solozábal se habla de uno de los escasos supervivientes de los nueve pr...

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Si dentro de unos cuantos años descubre a Solozábal en la grada animando al Atlético con una bufanda rojiblanca no se extrañe. Seguro que es el mismo Solozábal. Sí, aquel jugador que vivió la conquista del doblete en el año 1996, que ganó la medalla de oro con la selección en los Juegos de Barcelona en 1992 y quién sabe qué otras cosas más. Solozábal es un caso de jugador forofo y, puestos a elegir, probablemente un hombre inmensamente feliz en la noche del pasado sábado. Quizás, el más feliz.Cuando se señala con el dedo a Solozábal se habla de uno de los escasos supervivientes de los nueve proyectos de Jesús Gil. Es una forma de acusarle: o ha sido un hombre acomodaticio, o simplemente un enchufado, o tiene que haber algún tipo de explicación. También es uno de los pocos jugadores que han labrado toda su carrera deportiva en el Atlético. No hay otro club en su palmarés: el Atlético ocupa los cuatro costados de su biografia. Salvo lesiones, ha sido titular con más de 20 entrenadores. Ha resucitado varias veces en su corto currículo. De hecho, se dice de él que es una de las felices resurecciones que anotar en el debe del técnico Radomir Antic.

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No es un enchufado, ni un chivato, ni un pelota. Más bien al contrario, Solozábal tiene a gala no morderse la lengua cuando le preguntan, tanto si es un periodista como el propio Jesús Gil. Y a Jesús Gil le ha dicho varias veces en público que no le gustaba lo que estaba viendo. Lo ha dicho dentro y fuera del vestuario, por activa y por pasiva. Y ha seguido jugando. No busquen otra explicación. Sólo hay una: Solozábal es del Atlético.

En realidad, Solozábal es del Atlético hasta donde le alcanza la memoria (y dice no tener mucha). Hijo de familia rojiblanca, hijo también de clase acomodada, recuerda que se le despejó cualquier duda el día que leyó en unos grandes titulares: "El Atlético, campeón del mundo". El Atlético acababa de ganar la Copa Intercontinental (1975) y el joven Roberto Solozábal, seis años de edad, quería ser del mejor equipo del mundo. Diez años después, el adolescente engañó a sus padres y se embarcó en solitario en la aventura de viajar a Lyón en autobús para asistir a la filial de la Recopa, donde el Atlético perdería con el Dínamo de Kiev (3-0). Ni un lustro después, Clemente le llamaba para jugar con el primer equipo.

A partir de ahí, cumplir con un sueño se convirtió en un trayecto accidentado al lado de más de 20 técnicos, decenas de compañeros, estrellas que se han estrellado con Gil, amenazas, insultos, promesas que caducaban a una semana vista, una rutina maldita que se ha conmido muchas ilusiones. Pero no las de Solozábal: su entusiasmo por el club no ha disminuido.

Tanto es así que confiesa que sólo ha llorado en esta vida por cuestiones relativas al fútbol. E implícitamente, reconoce que una de esas ocasiones fue hace bien poco, hace unos días: cuando le mostraron una tarjeta amarilla en Tenerife que le ha impedido actuar en el último partido de Liga. "No saben la putada que me han hecho". Solozábal quería jugar, quería celebrarlo, no quería perdérselo. Era lógico siendo un jugador forofo.

A los 26 años, Solozábal es también un viejo prematuro, un hombre que difícilmente se va a asustar por algo. "Es bueno haberlo pasado tan mal. Eso nos ha ayudado a ganar esta Liga. Los momentos malos te ayudan para vivir los momentos buenos". Solozábal tiene una máxima: "Alcanzas la perfección cuando no oyes el griterío del público sobre el campo". Da la sensación de que no anda muy lejos de esa perfección: tampoco ha escuchado el griterío que había a su alrededor en estos años.

Y ha seguido fiel al Atlético. Una fidelidad indiscutible, inexplicable. Solozábal lo dice: se ve en la grada dentro de unos años, ya retirado. Se ve animando al Atlético. Se ve como un hincha más. Fuera del fútbol, "porque no me gusta su entorno". Así que no se extrañe si se encuentra a su lado dentro de unos años a alguien que se parece a Solozábal pero se comporta como un forofo. ¡Es Solozábal!

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