FÚTBOL 40ª JORNADA DE LIGA

El Rayo hiere al Mérida

Zambrano debuta con victoria tras siete jornadas sin vencer el equipo vallecano

El Rayo Vallecano se empeña en creer en lo imposible. Ayer, mediatizado por la necesidad, asestó una herida de muerte a su más directo rival en la lucha por eludir el descenso. Coincidiendo con el debú de Fernando Zambrano en el banquillo, los franjirojos se reencontraron con el triunfo tras siete jornadas en blanco.Fue un partido cruento, agónico, porque a estas alturas de la temporada el destino sitúa al Mérida y al Rayo como la imagen viva de la angustia futbolística. Dos conjuntos convertidos en amenaza mutua, y en esa batalla por la supervivencia salió airoso el Rayo, más asentado, enérgi...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El Rayo Vallecano se empeña en creer en lo imposible. Ayer, mediatizado por la necesidad, asestó una herida de muerte a su más directo rival en la lucha por eludir el descenso. Coincidiendo con el debú de Fernando Zambrano en el banquillo, los franjirojos se reencontraron con el triunfo tras siete jornadas en blanco.Fue un partido cruento, agónico, porque a estas alturas de la temporada el destino sitúa al Mérida y al Rayo como la imagen viva de la angustia futbolística. Dos conjuntos convertidos en amenaza mutua, y en esa batalla por la supervivencia salió airoso el Rayo, más asentado, enérgico y tranquilo que su oponente.

El partido nació loco, con un ritmo tan vertiginoso como precipitado. El Mérida buscó la verticalidad de Prieto y el Rayo Vallecano la cabeza de Aquino como soluciones urgentes para cada bando. En compartida solidaridad, el centro del campo se pobló de jugadores, y en esa circunstancia la falta de talento generalmente se suple con voluntad inoperante y mucho cuerpo a cuerpo.

El Rayo cerró bien las bandas y Gallego, Ezequiel y Barla presionaron ordenadamente. Por los locales, Reyes, generoso en el esfuerzo, buscó sin suerte salida para los balones, mientras Sinval se asfixiaba en la maraña de hombres. Los de Kresic, sin coherencia ofensiva, jugaban a destajo, con los impulsos de Quique Martín y los centros de José María. Aquello olía mal.

El Rayo Vallecano logró enfriar el partido y tras el descanso adoptó una actitud más comprometedora, observando las carencias, los nervios y la falta de fluidez de su rival. Aprovechando. la fragilidad de la defensa emeritense, muy descompuesta toda la tarde, Barla resolvió con acierto la única ocasión de su equipo dentro del área. Y a continuación, lejos de atrincherarse, el Rayo arañó espacios y acabó controlando el juego.

Apedreados

Lo más lamentable sucedió después del partido cuando el autocar en el que regresaba la expedición rayista a Madrid fue apedreado por un grupo de jóvenes apostados en la carretera. Afortunadamente, no hubo heridos de consideración.

Archivado En