Vale por una celebración

El Atlético pospone los festejos de la Copa, se entrena como si tal cosa y se juramenta para lograr por primera vez el doblete

No habían pasado veinte horas desde el gol de Pantic cuando el Atlético, ayer, ya estaba otra vez entrenándose como si tal cosa. Los festejos por el título de Copa han quedado obligatoriamente aparcados en un rincón, pospuestos hasta que la temporada se digne a consentir un leve respiro. Algo descartado a corto plazo: el grupo de Antic está metido hasta las cejas en la lucha por el título de Liga y tiene partido a la vista: el domingo ante el Betis.Ni ofrendas florales, ni visitas municipales, ni descansos familiares. Las celebraciones de la plantilla rojiblanca por la conquista del trofeo ape...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

No habían pasado veinte horas desde el gol de Pantic cuando el Atlético, ayer, ya estaba otra vez entrenándose como si tal cosa. Los festejos por el título de Copa han quedado obligatoriamente aparcados en un rincón, pospuestos hasta que la temporada se digne a consentir un leve respiro. Algo descartado a corto plazo: el grupo de Antic está metido hasta las cejas en la lucha por el título de Liga y tiene partido a la vista: el domingo ante el Betis.Ni ofrendas florales, ni visitas municipales, ni descansos familiares. Las celebraciones de la plantilla rojiblanca por la conquista del trofeo apenas dieron de sí: una cena en familia en Zaragoza, un viaje nocturno en autobús (Simeone regresó en coche con su mujer) y un recibimiento triunfal de una afición incansable, que repartida entre Neptuno y el Calderón, los santuarios del colchonerismo, aún esperaba entusiasmada y vociferante a eso de las cinco de la madrugada la llegada del equipo.

Todo ha tenido que volver irremediablemente a la normalidad. Los seguidores, a sus puestos de trabajo que la ocasión no les coincidió en fin de semana. Y los jugadores, al campo de entrenamiento. Eso sí, ningún futbolista está por la labor de perdonar un solo minuto de gloria. "Cuando acabe la Liga", dejó bien claro Solozábal, "ya nos correremos una buena juerga".

Pese a la inoportunidad, cronológica, a la deuda ceremonial, la fecha del miércoles quedará grabada para siempre en la memoria del Atlético. Aparte del título en sí, que coloca al equipo como dueño copero de la década (ha conquistado tres de las seis disputadas en los noventa), los rojiblancos saborearon un puñado de gestos de satisfacción. Sobre todo, desde que Pantic dio la alternativa a su cabeza y marcó el gol de la final (en premio al testarazo, Jesús Gil, el dueño del club, ha encargado un busto del futbolista serbio). Por ahí, La Romareda ofreció secuencias emocionantes.

El Atlético vivió una buena noche, pero sin tiempo para los excesos. La Liga le espera a la vuelta de la esquina: Betis, Barcelona, Valencia... otras siete finales hasta el título. La victoria de Zaragoza ha supuesto una impagable inyección de moral para el tramo final de la temporada, que llega, además, en el momento más propicio, cuando el Atlético había perdido credibilidad en el exterior y autoestima interior.

El grupo de Antic parece ahora preparado para competir por lo que aún tiene en juego, que no es poco: ganarse un sitio por derecho propio en la historia del club. El Atlético nunca ha conseguido el doblete (Liga y Copa). Se rumorea que los utilleros se han puesto a plantar ajos a discreción. Eso hicieron en La Romareda y dio resultado.

Archivado En