Tribuna:

Compañías

Cuánta razón tenían, nuestros padres cuando nos aconsejaban no frecuentar malas, compañías, ignorantes de que nosotros podíamos ser la mala compañía de los otros. Habrá pensado más de una vez en ello José María Aznar cuando empezó a recibir adhesiones peligrosas, como las de Manolo Escobar, Raphael y Julio Iglesias. El cantante almeriense devolvía la memoria histórica a los tiempos, no tan lejanos, en que aún podía ser reina del hit parade una canción lamento sobre un carro perdido. Raphael quiso aprovechar los mítines de Aznar para recuperar a Franco, poniendo en peligro la ardua opera...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Cuánta razón tenían, nuestros padres cuando nos aconsejaban no frecuentar malas, compañías, ignorantes de que nosotros podíamos ser la mala compañía de los otros. Habrá pensado más de una vez en ello José María Aznar cuando empezó a recibir adhesiones peligrosas, como las de Manolo Escobar, Raphael y Julio Iglesias. El cantante almeriense devolvía la memoria histórica a los tiempos, no tan lejanos, en que aún podía ser reina del hit parade una canción lamento sobre un carro perdido. Raphael quiso aprovechar los mítines de Aznar para recuperar a Franco, poniendo en peligro la ardua operación de cirugía estética que transforma a Fraga en José María Aznar. Y Julio Iglesias no le añadía al PP ningún voto que no tuviera y le quitaba los de las generaciones partidarias del heavy Metal con corbata.Pero tampoco Felipe González sale de esta campaña electoral de tres años libre de moralejas sobre las malas compañías. ¡Qué malos compañeros de mesa tuvo en La Moncloa! Recuerden aquellas fotografías a los postres compartidos con celebridades que nos ofrecen la estudiosa, serena, fresca sonrisa de Carmen Romero y la inquietud de coleccionista de autógrafos de Felipe González ante un Julio Iglesias menos momificado. o ante un Mario Vargas Llosa a medio camino entre la pobreza marxista y la nada neoliberal. Y qué decir de Miguel Boyer, consejero áulico, magister elegantiae, profesor de economía y proveedor de filosofía de la ciencia, ahora, cual Alcibíades, pasado al enemigo. Hechos que considerar ante la vida y la historia, que siguen con tozudez de tortuga apenas detenida para olisquear los cadáveres electorales antes de proseguir su ruta. Habrá que confiar en nuevas compañías aunque el proverbio latino diga: Fides-in anímum, unde abiit, vix numquam redit (casi nunca vuelve la confianza al corazón que la perdió).

Archivado En