Tribuna:

Conejos

Por la boca mueren el pez y más gente. Celia Villalobos acaba de hacerse el haraquiri como adalid del feminismo -aunque fuera made in PP con su curiosa diatriba acerca del valor de su idolatrado líder natural y la cobardía del enemigo González. De entrada, doña Celia sabrá mucho de cruzar piernas y de bailar rumbas con Encarna Sánchez, pero exhibe una gran ignorancia acerca de la valentía y el heroísmo. Debería saber que el gesto heroico, el temple, la osadía con que muchos se distinguen en momentos de peligro, tienen poco que ver con el talante que luego muestran en lo cotidiano. He co...

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Por la boca mueren el pez y más gente. Celia Villalobos acaba de hacerse el haraquiri como adalid del feminismo -aunque fuera made in PP con su curiosa diatriba acerca del valor de su idolatrado líder natural y la cobardía del enemigo González. De entrada, doña Celia sabrá mucho de cruzar piernas y de bailar rumbas con Encarna Sánchez, pero exhibe una gran ignorancia acerca de la valentía y el heroísmo. Debería saber que el gesto heroico, el temple, la osadía con que muchos se distinguen en momentos de peligro, tienen poco que ver con el talante que luego muestran en lo cotidiano. He conocido personas que, bajo un bombardeo, se portaban con ejemplar sobriedad, y que luego, en la vida diaria, eran perfectos botarates/as. Y al reves seres incapaces de contener el pánico, auténticos manojos de nervios en situaciones de peligro, que a la hora de manejar lo habitual se convierten en un referente seguro.Hay tipos tan valerosos que, con su forma de enfrentar una amenaza, arriesgan mas vidas que la suya, y otros tan cobardes -según el código de Villalobos, claro: yo los llamaría prudentes- que salvan a una comunidad con su comportamiento.

De modo que el valor es un asunto extraño, subjetivo y difícil de juzgar desde fuera. Y el miedo de cada cual, desde luego, es libre. Pero ni el primero es cosa de hombres -por usar la expresión cuartelera de nuestra dama- ni el segundo hace del conejo un ser despreciable- Vamos, doña Celia: ¿no se escondería usted también si la persiguieran con una escopeta? ¿O qué haría: desabrocharse la blusa y ofrecer el wonderbrá al atacante?

De todas formas, sí hay algo que me parece que precisaría de un gran valor, de un heroísmo fuera de lo común, de una osadía rayana en la temeridad: y ese algo es tener el coraje de votarla a usted en las próximas elecciones.

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