Arrebatos a la caribeña

Cosecha de anécdotas de los lectores que escribieron a EL PAÍS 'cegados de amor' para ver a La Cubana

"La vida es verdad... la vida es mentira... y todo depende del cristal con que se mira", cantan los actores de La Cubana en Cegada de amor, un espectáculo tan ambiguo y disparatado, con tantos personajes superpuestos y peldaños de ficción como son algunas de las historias, reales o inventadas, que enviaron los lectores a este diario. EL PAÍS regalaba 150 entradas para el preestreno de ese espectáculo tridimensional, el pasado miércoles, a cambio de que. el interesado contase una anécdota ocurrida estando cegado de amor. Total, que los recuerdos -o la invención- comenzaron ...

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"La vida es verdad... la vida es mentira... y todo depende del cristal con que se mira", cantan los actores de La Cubana en Cegada de amor, un espectáculo tan ambiguo y disparatado, con tantos personajes superpuestos y peldaños de ficción como son algunas de las historias, reales o inventadas, que enviaron los lectores a este diario. EL PAÍS regalaba 150 entradas para el preestreno de ese espectáculo tridimensional, el pasado miércoles, a cambio de que. el interesado contase una anécdota ocurrida estando cegado de amor. Total, que los recuerdos -o la invención- comenzaron a funcionar. He aquí una selección de casos.Literatura para ella. "Estaba yo cursando 8º de EGB", cuenta Juan Luis, "cuando una niña por la que yo estaba cegado de amor me pidió que le escribiese una redacción". El chaval tenía al día siguiente un examen pero pasó la tarde y parte de la noche trabajando para su amada. La evaluación pasó sin pena ni gloria; el trabajo, entregado y... al mes siguiente, el sufrido amante vio publicada la redacción en la revista del colegio... "firmada por un niño que, curiosamente, empezó a salir con la chica de mis sueños un poco más tarde". Juan Luis, un administrativo de 33 años de aspecto formal, confesó, que tardó 20 minutos en urdir y escribir esta soberbia anécdota. "En mi colegio ni siquiera teníamos revista", reconoció.

El viaje relámpago. Un ataque de amor puede llevar a una estudiante a meter algo de ropa en una bolda, correr a la estación en Madrid y presentarse en la casa del novio, en Gijón, unas horas después. Sofía se encontró sólo con su suegra, que estaba muerta de risa. "Él había tenido la misma idea que yo: ir a Madrid a verme sin avisar", cuenta la cegada, una periodista de 26 años. Tuvo que esperarle unas pocas horas. Estuvieron dos días juntos y se rieron mucho. La anécdota, rigurosamente cierta, ocurrió hace cuatro años, el novio aquel pasó a la historia y colorín colorado.

Besos mil. Virginia morreó "con lengua y todo" a su suegra en un aeropuerto. La mujer -"que se quedó tiesa" -se interpuso entre su novio y ella en un encuentro. "Mientras, mi novio alucinaba como una haba", cuenta Virginia, de 22 años, deportista impenitente, quien jura decir verdad. José Carlos pasó tres días viendo borroso. Le dio un beso tan fogoso a su novia, Almudena, que con la emoción se le cayeron -y rompieron- las gafas. Estuvo cegato tres días, todavía conserva las lentes nuevas y aquella novia, compañera de trabajo, ya le ha dado hijos. Merche (que no ha podido ser localizada) asegura que un día se lanzó sobre su novio en el andén del metro. "(...) A efusiva y cariñosa no me gana nadie, me senté en sus rodillas y le planté un beso de tomillo de los que cortan la respiración". La chica empezó a notar que algo no cuadraba. "Casi me muero cuando me separo de él y veo la cara de un extraño que me mira y me sonríe con gesto triunfante (se pensaba que había ligado el muy cretino)". El novio, que allí estaba, se quedó petrificado y a Merche le costó 15 días convencerle de que la confusión ocurrió porque, dice, "yo estaba cegada de amor por él".

Un hipopótamo entre tú y yo. Roberto era el objeto de la pasión de todas las niñas de la clase de Carmen, ella -de siete años- incluida. En una ocasión consiguió sentarse al lado del Adonis en el autobús camino al zoo de Buenos Aires. E intentó hacer lo mismo al llegar a la jaula de los hipopótamos, pero la malvada Beatriz la apartó de un empujón. Carmen, ahora convertida, con 39 años, en funcionaria y madre de tres hijos, cuenta: "Quedé detrás de un árbol. Eso me salvó [¿?]. Un hipopótamo salió del agua, nos dió la espalda y soltó un chorro de excrementos que mancharon a todos salvo a mí. A la vuelta, no me senté con Roberto. Estaba cegada de amor pero el olfato lo tenía estupendamente".

La pastilla milagrosa. A Andrés, que ahora tiene 31 años y es periodista, le endulzó un amigo una fiesta hace ya tiempo: anfetaminas para todos, "pero fuertes, ¡eh! ". "A los cinco minutos, el subidón". El chaval se dedica a una morena de ojos verdes. "Acerco mi mejilla a la suya y empiezo a darle besos. La pastilla en lo más alto...". El chico se declaró. "Toda la noche besándonos y la cosa no pasó de ahí (porque ella no quiso)". Al día siguiente" el suministrador le dijo: "¿Te gustó el caramelo que os pasé en la fiesta?".

Cumpleaños en cueros. Una pareja de enamorados aprovechando con fruición el chalé de la sierra del padre de ella, que ese día cumple años. En esto suena el teléfono: "Hija, me he dejado la agenda en la mesa del salón, por favor, baja y mírame un número de teléfono". Los tortolitos siguen en lo suyo, acariciándose, bajan en cueros y encienden la luz. ¡Feliz cumpleaños! se oyó a voces. Toda la familia allí, jaleando, y ellos desnudos. Anabel, una periodista de 38 años, a quien le gusta vivir, asegura que lo ha oído por ahí.

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