El Madrid cayó sin ruido

Cómoda victoria del Pau-Orthez en un partido pulcro

El Pau-Orthez hizo tal ejercicio de pulcritud que dejó en evidencia la versión europea del Real Madrid, convertido ayer en un equipo sin alma, víctima de una derrota muy dolorosa. Fue un éxito tan sencillo como humilde, tan inteligente como artesanal. Descansó en una lectura correcta de sus limitaciones y un estudio pormenorizado de los defectos del rival. El Pau-Orthez puso al Madrid al desnudo: sin huella de tiro exterior, sin capacidad para maniobrar en la adversidad.Pocas veces en los últimos tiempos el Madrid habrá sufrido una varapalo tan serio con tan poco ruido a su alrededor. Todo fue...

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El Pau-Orthez hizo tal ejercicio de pulcritud que dejó en evidencia la versión europea del Real Madrid, convertido ayer en un equipo sin alma, víctima de una derrota muy dolorosa. Fue un éxito tan sencillo como humilde, tan inteligente como artesanal. Descansó en una lectura correcta de sus limitaciones y un estudio pormenorizado de los defectos del rival. El Pau-Orthez puso al Madrid al desnudo: sin huella de tiro exterior, sin capacidad para maniobrar en la adversidad.Pocas veces en los últimos tiempos el Madrid habrá sufrido una varapalo tan serio con tan poco ruido a su alrededor. Todo fue limpio, higiénico casi. Sin necesidad de violencia en la defensa, sin atisbo de prepotencia en el ataque, sin manifestaciones de júbilo, exceso de velocidad o llamamiento al abordaje. Fue una lección casi perfecta, poco menos que un ejercicio teórico trasladado al parqué, que nació de un conocimiento exacto de todos y cada uno de los movimientos del Real Madrid. En cuanto el equipo francés atesoró más de 10 tantos de ventaja (y lo hizo al borde del descanso, 47-35), el partido transcurrió en una sola dirección, sin apenas curvas.

Adviértase que no hubo rareza alguna. Téngase al Pau-Orthez por un equipo consecuente. Es una virtud que tiene mucho que ver con el carácter de su técnico, Michel Gómez. Sus equipos, triunfen o fracasen, trabajan siempre con pulcritud. Se manejan con orden, respetan un guión. Y parten de un principio: no hay mejor remedio que ser consciente de sus defectos.

Ante el Madrid, el problema tenía su envergadura. El rival contaba con una superioridad estimable en la zona de tableros, es más agresivo en defensa, circula a mayor velocidad y dispone de un hombre resolutivo en Europa como es Arlauckas. Michel Gómez hizo una lectura correcta del problema. Puestos uno enfrente del otro, el Madrid carece de lo que tiene el Pau-Ortez. O viceversa. Así que la balanza tenía que inclinarse por algún lado y no sin cierta elocuencia, por cierto. Las estadísticas finales terminaron por decir la media verdad. Los franceses transformaron nueve triples, por ninguno el Madrid. Era de esperar una diferencia por ese lado. Arlauckas firmó 34 tantos por 22 de Savic, una aritmética casi de rutina. ¿De dónde nacen los casi 20 tantos de ventaja? Arlauckas, efectivamente, hizo su trabajo, pero a costa de que el Madrid apenas intentara el tiro exterior. Lo que los números no reflejaron fue el esfuerzo que le costó al pivot madridista mantener su estadística: la mitad de las veces intervino fuera de su hábitat natural; en ocasiones, en funciones de simple alero. De ello se encargó la defensa francesa, lo suficientemente dúctil para ser omnipresente allí donde le hacía daño al Madrid. Arlauckas tenía doble vigilancia cada vez que tocaba el balón y Savic nunca pudo ayudarle. El Madrid vivió mil veces esa circunstancia y nunca le halló solución: no tenía la lección aprendida.

El partido nació sentenciado en la segunda parte. Sin necesidad de hombres altos, de sumar kilos en la zona, aun en desventaja aparente en la caza y captura de rebotes, el Pau-Orthez manejó con soltura su ventaja. Y nunca la tuvo en peligro. La desesperación hizo mella en el Madrid hasta el punto de que se dejó llevar en el marcador. Todo fue rápido y aseado. Una buena lección para el campeón de Europa.

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