El 'cisne' africano resucita en el Sporting

El nigeriano Yekini supera una grave lesión tras varios meses solo y deprimido en Gijón

Rashidi Yekini tenía 29 años cuando tocó el cielo en Dallas participando activamente en la goleada de Nigeria sobre Bulgaria, en el Mundial 94. Arsenio Iglesias, entonces al frente del Deportivo, vio aquel partido, espió al búlgaro Kostadinov y se enamoró de la felina arrancada de Yekini: "El mejor ha sido el del pescuezo gordo", hizo saber el Brujo de Asteixo. El martes, Yekini pudo por fin jugar unos minutos con el Sporting en un partido de Copa en Ferrol.Seis meses después de aquel día triunfal en Estados Unidos, Yekini estaba sobre la mesa de operaciones de una clínica de Oviedo, con su ro...

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Rashidi Yekini tenía 29 años cuando tocó el cielo en Dallas participando activamente en la goleada de Nigeria sobre Bulgaria, en el Mundial 94. Arsenio Iglesias, entonces al frente del Deportivo, vio aquel partido, espió al búlgaro Kostadinov y se enamoró de la felina arrancada de Yekini: "El mejor ha sido el del pescuezo gordo", hizo saber el Brujo de Asteixo. El martes, Yekini pudo por fin jugar unos minutos con el Sporting en un partido de Copa en Ferrol.Seis meses después de aquel día triunfal en Estados Unidos, Yekini estaba sobre la mesa de operaciones de una clínica de Oviedo, con su rodilla izquierda en manos de José Antonio de la Fuente, el traumatólogo del Sporting de Gijón. El club gijonés acababa de presentar al jugador. Si bien no hacía ni dos años que había triunfado como mejor jugador de África, ahora tenía una rodilla inútil. Había llegado a Gijón desde Portugal, el pasado enero, desconociendo su propia lesión. Algo raro había notado en su rodilla, semanas antes, en un amistoso contra Inglaterra en Wembley, cuando ya esperaba resolver su contrato con el Olympiakos, el club que lo fichó tras el Mundial.

Cuando en el seno del Sporting se dice que Yekini es un tipo reservado, el doctor De la Fuente se apresta a matizar: "Quisiera yo ver a quienes dicen eso en la situación que vivió este jugador en enero". El médico y el fisioterapeuta del Sporting José Manuel Loza, fueron los bastones de apoyo del nigeriano. De la Fuente cree estar ante un caso de profesionalidad poco común: "Yekini no se ha saltado ni un ejercicio de recuperación; no ha escatimado ni un esfuerzo". Se le encendió al africano una luz Cuando, tras comprobar que la operación había sido un éxito, el Sporting le susurró que le haría un contrato si superaba sin secuelas la lesión.

Pleiteando con el Olympiakos por haberle dejado tirado y cuidándose mucho el Sporting de airear su promesa, Yekini fue un polizón en la escuela de Mareo. Su actividad el resto del día se limitó durante dos meses a estar tumbado en la cama de la habitación del hotel, deprimido y solitario. Se tragó docenas de partidos televisados.

Sus compañeros empiezan ahora a conocerle. Los allegados, como Marcos Vales y Saric, ya saben que, sólo es un tipo introvertido a ojos de quien no se ha preocupado en tenderle una mano. Su actitud, aseguran, es la de un profesional ejemplar, responsable y extremadamente educado. La antítesis del arquetipo de futbolista que sale de un país pobre para triunfar en Europa pateando un balón. "Es un musulmán creyente, respetuoso y amable. Tiene a 100 niños en Mareo pidiéndole un aútógrafo y firma cien veces. Y le gustan mucho las mujeres. En la clínica donde le operaron tenía humor para tirarles los tejos a las enfermeras, siempre con estilo; como un señor". Es la semblanza que hacen de él los pocos que en Gijón le conocen bien.

El primer viaje de Yekini con la plantilla, el pasado fin de semana, abrió para él una nueva relación con sus compañeros. El día que fue convocado le gastaron una broma muy del estilo del vestuario de Mareo. Su flamante coche apareció empaquetado, al estilo del Reischtag de Berlín, pero con papel higiénico.

Con 31 años recién cumplidos, Yekini está dispuesto a devolver al Sporting el favor, volviendo a ser el mismo de hace un año. Es su gran objetivo; un guiño al amigo que recompuso su rodilla, por quien siente veneración.

Su ilusión también es conseguir una pareja de cisnes, como los que viven al lado de El Molinón, para un pequeño lago que tiene al pie de su casa de Nigeria, en las afueras de la capital. Se enterará la hinchada gijonesa y alguien le hará esa oferta socorrida: "Un cisne vivito y aleteando cada vez que metas un gol".

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