Tribuna:

Despedida

Me parecen por completo naturales los intentos de apartar a Aleix Vidal-Quadras de la dirección catalana del Partido Popular, por el bien del partido, de Cataluña y de la Espanya gran. Ese hombre está vinculado a un tiempo que no volverá: esos años en que el PP fue aquí algo muy poco relevante, un granillo en el zapato, la nubecilla del palmeral. Brincando sobre ese tiempo, con la libertad que proporciona la modestia, sin la amenaza de la mediocridad que el éxito garantiza y burlándose de todo lo derecho: para empezar, burlándose de su partido inexistente y para acabar, burlándose de sí...

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Me parecen por completo naturales los intentos de apartar a Aleix Vidal-Quadras de la dirección catalana del Partido Popular, por el bien del partido, de Cataluña y de la Espanya gran. Ese hombre está vinculado a un tiempo que no volverá: esos años en que el PP fue aquí algo muy poco relevante, un granillo en el zapato, la nubecilla del palmeral. Brincando sobre ese tiempo, con la libertad que proporciona la modestia, sin la amenaza de la mediocridad que el éxito garantiza y burlándose de todo lo derecho: para empezar, burlándose de su partido inexistente y para acabar, burlándose de sí mismo, Vidal-Quadras pronunció los mejores discursos que han podido escucharse en el Parlament reanudado. Y se reveló como un grandísimo escritor político: su último artículo en este diario, El nivel de cada cual, hermoso y agudo como un canto de cisne, es una prueba académica del funcionamiento de la ironía, una retórica que no se detiene ni ante el propio sujeto que la enuncia y su alada sintaxis imperial. Siempre quedará la duda de lo que pudo hacer aplicando su ingenio, su elitismo y su capacidad provocadora a un objeto de otro corte intelectual que el del nacionalismo. Todo o nada, quede la duda tajante. Pero ahora, a pocos días de que lo echen o a pocos días, mucho peor, de que lo entierren en algún ministerio del nuevo régimen, es tiempo de elegía: agrupó el disenso en un país transversalmente unánime y lo hizo sin esperar rédito partidista: sólo por estética; azuzó los usos y los modos de una clase política repleta de tiquismiquis, una gente muy suya que miente con toda suavidad, y lo que es mejor todavía, lo que fue más peligroso todavía, puso el cimiento político de una ilustración catalana, racional, teñida de paganismo patriótico, realista hasta la impiedad. Su evacuación, pues, parece lógica. Y es una buena noticia para la paz.

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