Peor los rayos que los 100 kilómetros

Los participantes en una prueba de ultrafondo, atrapados por la tormenta de Madrid

A las doce en punto del mediodía del sábado, una larga fila de 410 individuos con gorra en la cabeza, pañuelo sobre la nuca, mochila a la espalda y pantalón corto comenzó a dejarse ver por Madrid. Iniciaban una prueba de 100 kilómetros, que les iba a llevar hasta Colmenar Viejo, ida y vuelta. Unos corrían, otros trotaban y la mayoría andaba. Tenían 24 horas dé plazo para terminar esta experiencia sin precedentes. La aventura se las traía. La temperatura no era inferior durante el día a los 30 grados, y al atardecer, el riesgo de tormentas dio paso a una noche espeluznante de rayos y llu...

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A las doce en punto del mediodía del sábado, una larga fila de 410 individuos con gorra en la cabeza, pañuelo sobre la nuca, mochila a la espalda y pantalón corto comenzó a dejarse ver por Madrid. Iniciaban una prueba de 100 kilómetros, que les iba a llevar hasta Colmenar Viejo, ida y vuelta. Unos corrían, otros trotaban y la mayoría andaba. Tenían 24 horas dé plazo para terminar esta experiencia sin precedentes. La aventura se las traía. La temperatura no era inferior durante el día a los 30 grados, y al atardecer, el riesgo de tormentas dio paso a una noche espeluznante de rayos y lluvia torrencial. Los participantes le hicieron frente sabiendo que no podían, esperar ayuda de nadie. Madrid había sido declarada zona catastrófica y tenía colapsados todos sus servicios de emergencia."Fue una noche terrorífica, espantosa, con los rayos cayéndome a derecha e izquierda; jamás he pasado tanto miedo. Pero también fue la más bella, porque los continuos relámpagos iluminaban la ruta y se podía caminar sin linterna", comentaba uno de los pioneros de esta aventura a su llegada.

Quienes se vieron atrapados por la máxima virulencia de la tormenta, que eran precisamente los más rápidos, aquellos que se disponían a entrar en Madrid por la noche, no pudieron llegar. Acabaron perdidos o dando enormes rodeos. Gregorio García, el primero en entrar en el estadio de La Peineta, a las 21.24 horas, aseguraba que habría hecho unos 120 kilómetros, una vez que el granizo destrozara su cuaderno de ruta, en el que se recogen las referencias del recorrido, y se despistara en los cruces de caminos.

Salieron 410 personas y llegaron 168, sólo tres de ellas rebasadas las 24 horas de plazo. Prácticamente todas fueron conscientes de, que participaban en una prueba declarada de alto riesgo. Se lo tomaron con toda la calma del mundo, y los más inquietos, aquellos que realizaron el recorrido corriendo, se pararon unas horas a dormir en alguno de los cuatro polideportivos -dos en Tres Cantos, uno en Colmenar Viejo y otro en San Sebastián de los Reyes, habilitados como zona de descanso- para continuar al amanecer; otros caminaron sin cesar día y noche, con breves paradas. Casi todos, sin que hubiera un pacto, coincidieron en la entrada a Madrid entre las nueve y las once de la mañana. No hubo sustos. A nadie le cayó un, rayo. Todos los participantes sabían lo que se jugaban e incorporaron los más modernos elementos a sus equipos.

"Todas las personas que acabaron quedan invitadas, de por vida, a cuantas ediciones de esta prueba se celebren en el futuro", aseguró Paloma Fernández, directora de las revistas Corricolari y Aire Libre, que organizaron la prueba.

"Si lograron finalizar tantas personas en condiciones tan dramáticas, ha quedado demostrado que el reto de hacer 100 kilómetros en 24 horas está al alcance de mucha más gente de le, que se pueda creer. Esta marcha puede acabar convirtiéndose: en una gran. fiesta para Madrid", manifestó Guillermo Jiménez, gerente del Instituto Municipal de Deportes.

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