TOUR DE FRANCIA

Siempre Miguelón

"Era una bestia sin pulir y gordito", recuerda Eduardo Chozas del primer Induráin que conoció. Es la única definición del hombre que camina hacia su quinto Tour que da un poco de color a un retrato pálido, tan tenue como la personalidad exterior de un corredor que nunca ha hecho ruido. Ni siquiera a los alocados 20 años, edad en la que conoció por primera vez el aroma del Tour.Hace justo 10 años nueve corredores del Reynolds acudieron al Tour a ver qué podían hacer. Acompañaban a un décimo que debutaba. Miguel Induráin sí que sabía lo que podía hacer. Su debut en la carrera que acabaría domeña...

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"Era una bestia sin pulir y gordito", recuerda Eduardo Chozas del primer Induráin que conoció. Es la única definición del hombre que camina hacia su quinto Tour que da un poco de color a un retrato pálido, tan tenue como la personalidad exterior de un corredor que nunca ha hecho ruido. Ni siquiera a los alocados 20 años, edad en la que conoció por primera vez el aroma del Tour.Hace justo 10 años nueve corredores del Reynolds acudieron al Tour a ver qué podían hacer. Acompañaban a un décimo que debutaba. Miguel Induráin sí que sabía lo que podía hacer. Su debut en la carrera que acabaría domeñando seis años después formaba parte de una programación. El navarro debía impregnarse de Tour poco a poco. "Fue con los ojos y las orejas bien abiertas, lo captaba todo y lo procesaba inmediatamente", cuenta Gastón. Corrió sólo el llano y a la décima etapa se retiró. De los 10 hombres que formaron aquel Reynolds, que había perdido en el invierno a Delgado y Arroyo, nueve se han retirado. José Luis Laguía, Francisco Navarro Fuster, Celestino Prieto, Enrique Aja, Eduardo Chozas, Iñaki Gastón, Eduardo Gonzál.ez Salvador, Carlos Hernández y Jesús Hernández Úbeda han tenido su carrera, pero ninguno como la del que sigue, del Miguel Induráin al que veían como un corredor "normal y corriente".Tan normal y corriente que ninguno es capaz de recordar alguna anécdota del navarro en aquel Tour. "Era uno más y nada más", cuenta, Gastón. "Siempre ha sido igual, reservado y callado. Sólo habla cuando tiene algo que decir y, por supuesto, nunca levanta la voz a un compañero". "Igual de calladito, amable y buena persona", añade Chozas. Uno más en el entorno ideal, "un equipo majo, sin perros viejos y en el que ninguno se escondía a la hora de trabajar". Un equipo que encontró su recompensa con una etapa para Chozas.

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Y claro ninguno pensaba que aquel "gordito" que se quedaba en las cuestas fuera a terminar siendo lo que es. Eran los tiempos de Hinault y LeMond, dos que parecían de una galaxia inalcanzable. "Ni él mismo esperaba que podría llegar a tanto", dice Salvador. Tenían al lado al sucesor de Hinault y nadie lo veía. "Rodaba muy bien pero subía mal. Su hándicap era la corpulencia" .

Claro que siempre estaba el ojo clínico de los directores, de Echávarri y Unzue, los vinicultores que sabían que tenían una cosecha única entre las manos, que necesitaba paciencia y lenta maduración. Aun a costa de sacrificar victorias. "Aunque no es que Miguel pudiera ganar".

Los que veían detalles que los compañeros del corredor intentaban discernir. "Era uno más hasta cierto punto. No es que estuviera enchufado, pero, no era muy normal entonces eso de la retirada programada", dice Salvador. "Además, se le veía con clase, era vivo, sabía estar".

Un corredor al que ya entonces, por su tamaño, le pusieron el único, apodo que ha cundido, Miguelón. "Siempre Miguelón", que dice Gastón.

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