Tribuna:

Simio

Esta campaña electoral aparece dominada por la cultura simia, y no es de extrañar porque buena parte de los sectores dominantes de la aldea global son simios y España forma parte de la aldea global. No sólo el discurso electoral dominante tiene poco que ver con el hombre, aquel primate racionalista, temible, ambicioso pero esperanzador que fue el antepasado de estos simios, sino que progresivamente se percibe la infiltración simia en todos los medios de producción de conciencia del Gran Hermano.Hasta tal punto se comprueba la progresiva hegemonía simia que en algunos medios de comunicación han...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Esta campaña electoral aparece dominada por la cultura simia, y no es de extrañar porque buena parte de los sectores dominantes de la aldea global son simios y España forma parte de la aldea global. No sólo el discurso electoral dominante tiene poco que ver con el hombre, aquel primate racionalista, temible, ambicioso pero esperanzador que fue el antepasado de estos simios, sino que progresivamente se percibe la infiltración simia en todos los medios de producción de conciencia del Gran Hermano.Hasta tal punto se comprueba la progresiva hegemonía simia que en algunos medios de comunicación han encargado a simios la crítica de mi Panfleto desde el planeta de los simios, en una interesante demostración de que existe una santa mafia de simios laicos.

Como en aquellas películas de ciencia-ficción en las que los marcianos se van introduciendo en los seres humanos hasta adoptar su apariencia, pero sin perder su condición marciana, habrá que ir por la vida y por la historia detectando simios por el puro placer de comprobar que las especies pueden padecer regresiones convencionales, haciendo polvo tanto a los darwinistas de derecha como a los de izquierda. La evolución no es continuadamente progresiva, y ni siquiera está demostrado que el anfibio fuera superior a la bacteria o que el hombre mejorara al cuadrúpedo, ni que ahora el simio empeore a su antepasado el hombre.

Adoptemos este punto de vista y seremos mucho menos exigentes con los demás y con nosotros mismos. Que la involución de las especies resuelva el misterio del sentido de la vida. La lucha final, no será un enfrentamiento entre racionalistas y sus contrarios, sino entre asnos y simios, entre garrapatas y moscas cojoneras. Es el abecé de la cuestión.

Archivado En