CICLISMO

Jalabert gana la 'gran clásica'

El corredor francés, del ONCE, se impone al 'sprint' en la Milán-San Remo

Tantos augurios no podían equivocarse. No en la Milán-San Remo, el monumento más justo. Los 294 kilómetros de carrera no fueron más que el preludio para un final que ya se conocía. Y como los grandes héroes, que siempre aparecen donde y como el público y su propia responsablidad les exigen, allí apareció el hombre cuyo triunfo se cantaba con antelación. Laurent Jalabert, un ciclista francés de 26 anos amamantado por Manolo Saiz y todo el grupo humano español que ha creado el ONCE, ganó la clasicísima, el primer gran envite de la Copa del Mundo, un hecho también sin precedentes para un equipo c...

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Tantos augurios no podían equivocarse. No en la Milán-San Remo, el monumento más justo. Los 294 kilómetros de carrera no fueron más que el preludio para un final que ya se conocía. Y como los grandes héroes, que siempre aparecen donde y como el público y su propia responsablidad les exigen, allí apareció el hombre cuyo triunfo se cantaba con antelación. Laurent Jalabert, un ciclista francés de 26 anos amamantado por Manolo Saiz y todo el grupo humano español que ha creado el ONCE, ganó la clasicísima, el primer gran envite de la Copa del Mundo, un hecho también sin precedentes para un equipo ciclista español.Había tal confianza en su capacidad después de que ganara hace una semana la París-Niza, que gente importante de su equipo decía: "Si no gana este año, es para cortarle los..." Que nadie eche mano a un cuchillo de capador. Jalabert ganó. Y a lo grande, con los brazos en alto.

Jalabert, un hombre nuevo después de la caída en el pasado Tour que obligó a su dentista a hacer horas extra para recomponerle la dentadura, sabía lo que tenía que hacer, no en balde se pasó una semana entrenándolo, y lo hizo. Sabía que los 294 kilómetros, más de siete horas sobre la bicicleta, se resumían en un metro, en un segundo crucial, y a la cita acudió puntual.

El ciclista francés, que aún antes de llegar a España hablaba un castellano perfecto, tuvo 290 kilómetros de apoyo de su equipo, de ocho hombres entre ellos nombres importantes como Zülle, Breukink, Mauri o Bruyneel, cuya única misión era evitar que su líder diera una pedalada de más, que hiciera un esfuerzo no previsto. Y él, el líder, tuvo tiempo más que de sobra para analizar, para leer la carrera, para ver la cara de sus rivales y adivina r quién era el más peligroso. Llegó a una conclusión acertada. No tenía que temer a los sprinters, que los veía ya con la lengua fuera y mal colocados. No tenía que temer a Bugno, que era un mal síntoma de su estado el que atacara desde lejos (a 35 kilómetros de la meta), casi de cara a la galería. Ni a Richard, que la Cipressa no es terreno para hacer la última selección. Jalabert se fijó en Fondriest. Interpretó perfectamente la alegría de los Lampre cuando trabajaban para su líder. Y no le disgustó saber que el ganador en San Remo en 1993 seria el hombre que este año le intentaría arrancar la gloria. El estilo, la fuerza explosiva en las subidas cortas, del italiano es casi calcado al de Jalabert, con una diferencia: el francés es más rápido.

Llegado el momento decisivo, la subida al Poggio, un montículo de apenas 180 metros perfumado de mimosas bajo el sol primaveral, Jalabert observó, igual que Fondriest, que los Gewiss intentaban hacer lo del año anterior, con la pareja Bobrik-Zanini en vez de Berzin-Furlan. Y en su sitio se colocó, a rueda de Fondriest, detrás de los Gewiss. También sabía el francés que Fondriest intentaría repetir el golpe que le dio la San Remo hace dos años, atacar no en la subida sino en el mínimo momento de falso llano que precede al interminable descenso, plagado de curvas de herradura. Una ventaja aunque sólo sea de una decena de segundos en esos dos kilómetros es decisiva.

Anunciada por la tradición, la explosión de Maurizio Frondiest se produjo. Y el golpe de pedal de Jalabert. Ambos abrieron hueco y el resto fue fácil para un hombre de la clase del francés -heredero en el palmarés de la prueba del Fignon que ganó en 1989-. Sólo tuvo que jugar un poco al ratón y al gato, controlando con el rabillo del ojo al grupo que iba por detrás. Y así ganó, por la gracia de la justicia, que nunca falla en la Milán-San Remo.

Jallabert se mostró exultante en la meta. "Sabía que la carrera se decidía al final y que la rueda de Fondriest era la buena. Por eso le vigilé y salté tras él. Todo ha sali do como estaba previsto", señaló el sprinter reconvertido a corredor completo tras su victoria en la París-Niza.

Clasificación 1º Jalaber, 6.45.20 horas. 2º Fondriest, mt. 3º Zanini, a 4 segundos. 4º Rebellin. 5º Bartoli. 6º Fontanelli, a 13. 7º Konychev, a 15. 8º Chiapucci, a 17. 9º Skibby. 10º Baldato. 11º Manzoni. 12º Museeuw. 13º Bontempi. 132º Induraín, a 8.28 minutos.

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