Una lección en tres jugadas

El Madrid pierde con el Panathinaikos y se enfrentará con el Cibona

Bien poca cosa es un punto. Pero tanto más valor tiene según el talante de quien lo administre. El Panathinaikos expuso en Madrid un aseado ejercicio de ortodoxia: cómo ganar un partido en un par de minutos. O lo que es lo mismo: cómo hacerlo todo bien en última instancia. Treinta y ocho minutos para una larga maniobra de diversión y 120 segundos de acción en tres breves capítulos.El Madrid terminó esta fase de la Liga Europea con una sensación agridulce porque se clasificó en segunda posición plenamente consciente de que, a la hora de la verdad, hay equipos que le superan en fundamentos. Uno ...

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Bien poca cosa es un punto. Pero tanto más valor tiene según el talante de quien lo administre. El Panathinaikos expuso en Madrid un aseado ejercicio de ortodoxia: cómo ganar un partido en un par de minutos. O lo que es lo mismo: cómo hacerlo todo bien en última instancia. Treinta y ocho minutos para una larga maniobra de diversión y 120 segundos de acción en tres breves capítulos.El Madrid terminó esta fase de la Liga Europea con una sensación agridulce porque se clasificó en segunda posición plenamente consciente de que, a la hora de la verdad, hay equipos que le superan en fundamentos. Uno de ellos es el Panathinaikos. El otro, su próximo rival, esa Cibona de Zagreb que es pura denominación de origen: un puñado de croatas que dominan el juego libre. La derrota con el Panathinaikos tuvo una consecuencia dolorosa, jugar contra el peor rival posible.

Del Panathinaikos lo primero que salta a la vista es su buena presencia, pero no es ese su valor fundamental. El Panathinaikos es pura ortodoxia, un aspecto patrimonial de enorme importancia en competiciones de primer nivel. Entiéndase por buena presencia que el Panathinaikos reúne a partes iguales músculo, kilos y estatura, pero su envergadura no está reñida con el buen baloncesto.

Goza de un plantel que suma tiradores, defensores, un armano croata (Vrankovic) y un serbio versátil (los 206 centímetros de Paspalj), mezcla de dudosa cohabitación pero de indudable eficacia. La ortodoxia procede de su homogenea composición, repleta de buen gusto. Por encima de lo que se interpreta que es un equipo griego, al que se le supone más pasión que cabeza, el Panathinaikos es una apuesta mucho más reflexiva: domina sus impulsos, tiene tendencia al equilibrio (utiliza ocho jugadores), y se comporta con seguridad.En esa disposición, los griegos saltaron a la cancha sin prisas, conscientes de que no había una cuestión capital en juego (estaban aseguradas las dos primeras posiciones). Actuaron sobre el parqué según una estrategia de largo alcance, dispuestos a que el partido se resolviese en su fase decisiva. Al final, en una apuesta a tres jugadas. Dadas las dificultades que tiene el Madrid para imponer un ritmo coherente (tiende a fluctuar entre lo puramente nervioso y lo puramente desastroso), se impuso la normativa del Panathinaikos.

Surgió así un partido de guante blanco, correcto el líneas generales y elegante en alguna instancia. La primera parte hizo las veces de toma de contacto, circunstancia que aprovechó el viejo Yannakis para abusar de su envergadura delante del joven Lasa, a casi 15 kilos y 10 centímetros de distancia. Tal fue la superioridad del griego que Lasa hubo de regresar al banquillo por la vía de urgencia: 12 de los primeros 16 tantos del Panathinaikos eran propiedad de Yannakis. Sentadas las bases, tomaron la delantera para marcharse al descanso con el partido bajo control (31-32).

La segunda parte hizo las veces de trámite. El Madrid estaba sujeto a no más de cuatro tantos de diferencia mientras el intercambio de canastas se sucedía ordenadamente. Los madridistas dieron la sensación de aceptar el guión escrito por su rival y se comportaron sin aspavientos: no regalaron la posesión del balón, no incurrieron en precipitación y no abusaron de Sabonis.

Estas tres negaciones condujeron a un final digno: resolver el partido en dos minutos, según las reglas de juego de rigor, que imponen administrar con eficacia no más de seis o siete jugadas. En esa tesitura, cada cual apostó un apellido sobre el parqué, Sabonis contra Paspalj. Dado que el serbio está educado para decidir por sí mismo, el Panathinaikos hizo un uso milimétrico de su candidato en sus tres últimas acciones: Paspalj, Paspalj y ...Peckarski, que se encontró rematadamente solo cuando el Madrid al completo andaba tras la sombra del alero serbio. El marcador señaló un tanto de diferencia. A buen entendedor, la distancia entre el Panathinaikos y el Real Madrid es de las que hacen daño.

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