El Getafe empata, que es lo suyo

Se presentó el Villareal en Las Margaritas como lo que es, un equipo que depende de que no se descosan los retales que le dan forma. Tiene en sus filas a un ejército de jugadores criados en el pánico de la Primera División: Maestre, Seba, García Pitarch, Juan Carlos y, por supuesto, el jefe, Jordi Vinyals.Es éste uno de esos jugadores cuyo juego suele admitir poco raciocinio y, mucho adjetivo. Inconstante, cerebral, coherente, huidizo... De todos los colores. A las órdenes de Clemente se hartaría de grada. Lo innegable es que la toca. Como quiere.

Sánchez Duque se tenía bien estudiado a...

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Se presentó el Villareal en Las Margaritas como lo que es, un equipo que depende de que no se descosan los retales que le dan forma. Tiene en sus filas a un ejército de jugadores criados en el pánico de la Primera División: Maestre, Seba, García Pitarch, Juan Carlos y, por supuesto, el jefe, Jordi Vinyals.Es éste uno de esos jugadores cuyo juego suele admitir poco raciocinio y, mucho adjetivo. Inconstante, cerebral, coherente, huidizo... De todos los colores. A las órdenes de Clemente se hartaría de grada. Lo innegable es que la toca. Como quiere.

Sánchez Duque se tenía bien estudiado al rival. Y optó por sobrevivir. La mejor solución ante un equipo que la toca es tocarla más. Eso intentó un Getafe que bien pronto se encontró con el inesperado cabezazo de López Martín.

Apareció entonces el Getafe en estado puro, incansable, consciente de que su rival se descompone sin balón. En vano lo buscaba Vinyals. Pero lo encontró otro que tal baila, García Pitarch. Su arrancada la segó Mozos por detrás. Fue expulsado. El resto del partido no fue más que una paciente espera. De espera a un empate que llegaría. Y que llegó.

Lo logró García Pitarch, en un enorme lanzamiento de falta. Caballero esperaba el balón por el hueco que cubría la barrera. Se fue por el otro. Y subió hasta el ángulo a toda velocidad. A partir de ahí sólo quedó sudor. El del Getafe, épico, provocado por su. inferioridad numérica, y por su inquebrantable apego al empate. Las Margaritas ha visto ya ocho igualadas en 11 partidos. Amor a las tablas, que se dice.

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