La mala puntería del Logroñés salva al Valladolid

Debú de José Augusto Pinto en Las Gaunas. Sus 11 titulares salieron a lo brasileiro con las manos entrelazadas al campo. El gesto fue lo más destacable del partido.El barro mermó rápidamente la única baza ofensiva vallisoletana: su carril izquierdo. Miguelo fue el dueño de la fugacidad inicial. Después, el balón se fue a vivir cerca de González. Allí empezó a evidenciarse la mala puntería riojana.

El empuje local amalgamó a la defensa pucelana como si fuera una familia numerosa metida en una chabola de lata. Barullo tras barullo, Belodedici arrolló a propios y extraños y alivió a...

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Debú de José Augusto Pinto en Las Gaunas. Sus 11 titulares salieron a lo brasileiro con las manos entrelazadas al campo. El gesto fue lo más destacable del partido.El barro mermó rápidamente la única baza ofensiva vallisoletana: su carril izquierdo. Miguelo fue el dueño de la fugacidad inicial. Después, el balón se fue a vivir cerca de González. Allí empezó a evidenciarse la mala puntería riojana.

El empuje local amalgamó a la defensa pucelana como si fuera una familia numerosa metida en una chabola de lata. Barullo tras barullo, Belodedici arrolló a propios y extraños y alivió así la presión que sufrió la olla albivioleta.

El Logroñés se instaló en campo contrario a base de coraje. Y el Valladolid se acomodó en el parapeto haciendo acopio de paciencia. Sólo Miguelo abandonaba esporádicamente el encierro, pero el lodazal no permitía veloces sorpresas.

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El segundo tiempo lo inauguró Pajares Paz mandando directamente a José Ignacio a la caseta. La desigualdad numérica dio paso a la alternancia. Los riojanos no cejaron en la lucha y los castellanos empezaron a salir de la trinchera.

Con tanto avance y retroceso de tacos, el barro se adueñó de la hierba y el fútbol se tiñó de rugbi: la única estrategia válida era la patada a seguir. Patada a patada, el tiempo se fue diluyendo y el cuero regresó a la cesta sin haber besado red.

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