EL 'DERBY' MADRILEÑO

Goles a 666 pesetas

Los espectadores de Chamartín eligieron entre la grada alta y palcos amueblados igual que apartamentos

Minuto 37 de la segunda parte. Fernando Redondo corre elegante por el centro del campo. Hace un amago. El marcador del Santiago Bernabéu presume ya el resultado final: 4-2. Toda la afición está contenta. Pero hay una parte que lo celebra muerta de frío sobre la grada pelada, bocadillo en papel de plata, pipas de girasol; y otra -apenas un millar- sobre moqueta, calefacción, vaso largo de whisky escocés, canapé de salmón, teléfono portátil. Hay dos formas de ver un partido de "máxima rivalidad" en Chamartín. Una, en la tribuna superior alta de preferencia, 4.000 pesetas la entrada, jugadores qu...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Minuto 37 de la segunda parte. Fernando Redondo corre elegante por el centro del campo. Hace un amago. El marcador del Santiago Bernabéu presume ya el resultado final: 4-2. Toda la afición está contenta. Pero hay una parte que lo celebra muerta de frío sobre la grada pelada, bocadillo en papel de plata, pipas de girasol; y otra -apenas un millar- sobre moqueta, calefacción, vaso largo de whisky escocés, canapé de salmón, teléfono portátil. Hay dos formas de ver un partido de "máxima rivalidad" en Chamartín. Una, en la tribuna superior alta de preferencia, 4.000 pesetas la entrada, jugadores que se intuyen en la lejanía. Otra, en los "palcos blancos", especie de apartamentos de soltero que el Real Madrid alquila a razón de cuatro millones anuales. Seis goles. Más de 100.000 espectadores con el alma blanca. Triunfo del fútbol total. Pero a unos les costó un riñón el gol de Zamorano. Y a otros, 666 pesetas justas.Treinta minutos antes el partido, la afición más fanática del Real Madrid -la que acude al campo con banderas nacionales caducadas en 1975- ya se emborrachaba en la esquina del Bernabéu. A esa hora, Carlos Hernando, 23 años, agricultor, y Javier Notario, 24 años, peón de albañil, terminan de escalar la tribuna superior alta de preferencia. Los dos son de Guadalajara, pero uno -Hernando- del Atlético y el otro -Notario- del Real Madrid. Mal apaño. Traen una bota de vino de Mondéjar. A uno de los dos, a esa hora aún no se sabía a cuál le serviría para olvidar, y al otro para celebrar la victoria. Habla Hernando: "Yo soy del Atlético porque, de pequeño, mi tío prometió llevarme al Manzanares; luego nunca me llevó, pero ya me quedé colchonero". Hace frío. Salta el Madrid a la yerba impecable, y la zona más alta de la grada se convierte en la consulta de un oculista. ¿Qué número lleva Laudrup? ¿El 7? ¿O será el 10? ¿Está Laudrup? Zanja Hernando: "Qué timo. Desde aquí no se ve nada".

Índice y meñique

Salta el Atlético de Madrid. La afición lo saluda estirando mucho índice y meñique, y sosteniendo con el dedo gordo anular y corazón.Salta el Madrid. Delirio. Carlos y Javier se miran: "Vamos a llevarnos bien". Primer gol del Madrid. Carlos Hernando, el agricultor, prefiere disimular: "Ser del Atlético tiene sus ventajas, porque si pierdes es lo normal, pero si ganas, ¡lo que te ríes!" Javier Notario, el albañil,- calla condescendiente. Segundo gol del Madrid. Fiesta blanca. Hernando ya no está tan seguro: "Tengo unos calzoncillos del Atlético, debería habérmelos puesto".

Más abajo, en los "palcos blancos", el fútbol se ve distinto. Hay menos emoción, porque los cantos de los ultrasur llegan tamizados por un cristal que, de paso, deja fuera el frío y los insultos más terribles. Dentro, en vez de bocadillos y transistores en la oreja, hay calefacción y un televisor en color que repite las jugadas conflictivas. Así los insultos al árbitro están, al menos, mejor fundados. Dice Ricardo Gallego, el ex jugador del Real Madrid que se encarga de alquilar los palcos de lujo: "Vienen a costar cuatro millones al año. Caben unas 12 personas, y los propietarios suelen ser multinacionales que los utilizan para agasajar a sus clientes, para hacer negocio". Disponen de una pequeña cocina donde preparar un refrigerio, armarios empotrados y cuarto de baño. Si se desea, azafata con chaquetilla color mostaza para servir los canapés. Hay algunos que están decorados con gusto exquisito, y otros, como el que hace de "palco piloto" más funcionales.

El perfil del aficionado también es distinto. Prescinde por lo habitual del gorro de lana y el chaquetón de tres cuartos. Insulta menos, y aprovecha el descanso para jugar a las cartas y hacer negocio.

Algunos aficionados de infantería, curiosos ellos, pegan desde fuera la nariz al cristal; entonces, para alcanzar la intimidad total, los apartamentos poseen unas cortinas de rejilla. El aficionado curioso padece entonces la misma sensación que si hubiese perdido la llave del Canal + a 10 minutos del final.

Suena un teléfono portátil. Al menos media docena de los invitados al palco piloto se echan mano a la chaqueta y hacen ademán de desenfundar: "¿Es el mío?" Hasta los análisis fútboleros tienen un tinte económico. Se habla de la "rentabilidad de los tiros libres" como si fuera de letras del Tesoro.

Buyo se arriesga. Fuera siguen el frío y los goles. Y más allá, junto al Manzanares, más de 4.0130 aficionados del Atlético ven el partido por las pantallas gigantes. Qué sofocón. Jesús Gil, previsor, aprovechó el día de ayer para presentar su candidatura política en 11 pueblos de la Costa del Sol. Por si acaso.

El árbitro no ve un penalti a Laudrup, y un aficionado del palco se acuerda de su madre y de Chiquito de la Calzada: "Árbitro, finstro de pecadorr, ha sido penalti, no te da cuen...".

Archivado En