CICLISMO

A las puertas del quinto

Los optimistas apuntan que el diseño del Tour de 1995 favorece a Induráin pese al retroceso de las contrarreloj

Lo único que cambia son los nombres. "Qué importa que haya 130 kilómetros contrarreloj o que haya 100", explica Bernard Hinault, el hombre que no teme que otro ciclista, Miguel Induráin, pueda entrar en el club de los cinco Tours. "La única diferencia será que en vez de sacar cinco minutos al segundo le sacará sólo cuatro. E incluso Induráin habría ganado el Tour de 1993 sin contrarreloj. Yo creo que en el fondo le da igual". Bueno, puede que también cambien un poco los tiempos, pero sobre todo cambian los nombres. Y no los métodos.Cuando el Tour era tan clásico como el que se ha dibuja...

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Lo único que cambia son los nombres. "Qué importa que haya 130 kilómetros contrarreloj o que haya 100", explica Bernard Hinault, el hombre que no teme que otro ciclista, Miguel Induráin, pueda entrar en el club de los cinco Tours. "La única diferencia será que en vez de sacar cinco minutos al segundo le sacará sólo cuatro. E incluso Induráin habría ganado el Tour de 1993 sin contrarreloj. Yo creo que en el fondo le da igual". Bueno, puede que también cambien un poco los tiempos, pero sobre todo cambian los nombres. Y no los métodos.Cuando el Tour era tan clásico como el que se ha dibujado para 1995, en las tres primeras victorias de Induráin, los acompañantes del navarro en el podio fueron hombres de su tipo, los Bugno y Rominger, buenos contrarrelojistas -aunque no tanto como Induráin- y resistentes escaladores. Las diferencias, crecientes, pero en torno a los cuatro minutos, creadas en las contrarreloj y mantenidas en la montaña. Luego, el año pasado, el gran desafío, la victoria, quizás, más extraña.

"Bueno, los organizadores han debido de pensar que la dureza excesiva iba más en contra de la carrera que de mí mismo", comentó Induráin cuando conoció que el Tour de 1995 se anunciaba más normal, con sus dosis regulares de contrarreloj largas y montaña divididida sin empachos de cuatro días seguidos. Porque en 1994, a primeras de cambio se quedó sin su rival señalado, Rominger; de la contrarreloj llana salió con más de 10 minutos de ventaja sobre los escaladores -Ugrumov, Pantani- que él no sabía que le acompañarían en el podio, y se limitó a pasar la montaña administrando su renta después de cortar las alas a los Leblanc y Virenque.

Todo ese optimismo no esconde el punto de partida: el Tour de 1994 marcó el punto más bajo en cuanto al número e kilómetros de contrarreloj llana, pero los 108 kilómetros que se disputarán en solitario en 1995 además de ser escasos -se mantiene la tendencia descendiente iniciada en el Tour con el reinado de Induráin- están mal repartidos: los mejores corredores empiezan a marcar las diferencias cuando meten la sexta velocidad, esa marcha de más que los distingue y que sólo es necesaria cuando el esfuerzo kilómetrico se hace maratoniano. No es lo mismo 100 kilómetros divididos en una manga de 80 y otra de 20 kilómetros por ejemplo, que en dos sectores se anuncia: las contrarreloj serán más cortas para que adelgace el colchón de Induráin de cara a la montaña.

Y pese a todo nada de eso parece importarle al campeón. Quizás influido por el ambiente de juegos florales de la presentación del Tour Induráin lanzó una frase que firmaría el mismísimo organizador: "Un corredor que no sea capaz de crear diferencias con 100 kilómetros contrarreloj no merece ganar el Tour".

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