Grandeza y miseria de Lola Flores

La fuerza de La Faraona logra salvar la mediocre serie que hoy estrena Antena 3

No hay quien pueda con ella. Y eso que no han dejado de intentarlo. Comenzaron las hambrunas y siguieron la guerra, algunos amores, unos cuantos directores, un caudillo, Concha Piquer, las innumerables folclóricas, la progresía, Hacienda, el cáncer, las drogas, el trabajo, los desnudos de Interviú, la televisión y, ahora, Luis Sanz, director y guionista de la vida y milagros que Lola Flores nos contará durante cuatro semanas en Antena 3.Con La Faraona pasa como con Jesulín, no hay manera de librarse de su presencia toda la semana, a todas horas, en todas las teles. Lola llorando...

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No hay quien pueda con ella. Y eso que no han dejado de intentarlo. Comenzaron las hambrunas y siguieron la guerra, algunos amores, unos cuantos directores, un caudillo, Concha Piquer, las innumerables folclóricas, la progresía, Hacienda, el cáncer, las drogas, el trabajo, los desnudos de Interviú, la televisión y, ahora, Luis Sanz, director y guionista de la vida y milagros que Lola Flores nos contará durante cuatro semanas en Antena 3.Con La Faraona pasa como con Jesulín, no hay manera de librarse de su presencia toda la semana, a todas horas, en todas las teles. Lola llorando en Miami, Lola con su saga, Lola besando a Julio, Lola exagerando con la Jurado.

A El coraje de vivir le sobran el director y el guionista, los decorados de tienda de muebles pequeño burguesa y la estética de reality show, la dramatización en colorines al estilo de Nieves Herrero. No era necesario tapar la fuerza de Lola, su degarro y su humor, con tanta cercanía en cartón piedra. Lola es una luminosa mujer en blanco y negro; es una Ana Magnani que no ha encontrado su neorrealista, una pena. Pero después de quitar todo lo que sobra, todo lo que despista, quedan dos cosas: el coraje y Lola. Explosiva unión de disparate e inteligencia; de superstición y de realismo.

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La hija del camarero de Bollullos y de la costurera de Sanlúcar es capaz de pasar de la picaresca al melodrama en menos que estalla un obús. Impagable su recreación naif del torero que acarició sus pechos entre la ropa tendida de una terraza sevillana, para seguir contando la muerte de su tío albañil, pobre y rojo, en plena guerra civil. Del erotismo a la lágrima. Vemos sus primeras películas, seguimos su duro periplo de telonera por las Españas, la importancia de la honra, el sueño de Madrid y la ano que arde cuando se encuentra con la mano que meció su carrera, la de Caracol.

Siguen las necesidades y acechan los hombres. Hay que resistir mientras la madre vigila y el padre fríe pescaditos.. Todo vale menos perder la honra; pedir, hacer trampas, trabajar, bailar, desgarrarse, soportar las impertinencias de doña Concha Piquer, las prisas antivirginales del torero Gallito y la seguridad de que una canción puede cambiar su vida: se llama El lerele, como su chalé de burguesa que no nos muestran..

Cuando la madre se va, la, honra se pierde. Así de fácil y en Valladolid, el Niño Ricardo tuvo la gracia. Y perdida la flor llega el pragmatismo, la sinceridad, el sentido común y la valentía de aquella jovencita Lola. En el momento cumbre de esta noche la Lola se va al hotel Nacional con un gachó de parné como luego se iría a los puertos. Tenía que terminar con la necesidad y devolver a sus padres los sacrificios, aunque fuera con su cuerpo. Otra vez la Lola intensa, la sinceridad que tiene un precio ... Y de repente, vuelve el kitsch, el falso decorado, la comedieta de teléfono y a esperar las vibraciones reales con Caracol en el capítulo del próximo, domingo.

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