GENTE 94

LA PAELLA NEGRA DE SOLCHAGA

Solchaga es un ex de gran calibre. Hasta en la playa, camuflado de bañista, aún desata una mezcla de respeto y temor el pequeño y ex todopoderoso ex ministro de Economía y Hacienda. De nuevo veranea en Mallorca, en un buen hotel de una urbanización creada por conservadores monárquicos, la Costa de los Pinos. Pensar y leer son sus únicas ocupaciones. También navegar y comer bien. Sus escapadas a los establecimientos de la isla provocan escenas de comic como ésta: "Encantado de que pise mi restaurante, aunque tanto me pisara la cuenta corriente", le dijo a Carlos Solchaga el dueño de Sa S...

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Solchaga es un ex de gran calibre. Hasta en la playa, camuflado de bañista, aún desata una mezcla de respeto y temor el pequeño y ex todopoderoso ex ministro de Economía y Hacienda. De nuevo veranea en Mallorca, en un buen hotel de una urbanización creada por conservadores monárquicos, la Costa de los Pinos. Pensar y leer son sus únicas ocupaciones. También navegar y comer bien. Sus escapadas a los establecimientos de la isla provocan escenas de comic como ésta: "Encantado de que pise mi restaurante, aunque tanto me pisara la cuenta corriente", le dijo a Carlos Solchaga el dueño de Sa Sinia de Portocolom, Toni Soberà. La escena finalizó con una carcajada cómplice y la firma final en el libro de visitas del local. El matrimonio Solchaga y sus amigos dieron cuenta de sendas paellas: una ciega -sin tropezones- y otra negra -inundada del color y el sabor de la sepia y el calamar-. Otro famoso -y poderoso alto contribuyente-, el pintor Miquel Barceló, acude a Sa Sinia con frecuencia. La complicidad gastronómico-artística se plasma en la carta original del local, que cada dos años pinta intencionadamente.-

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