Tribuna:

Fascistas

"Puesto que el sistema de representación democrática es bueno, ¿por qué ha de ser malo que los neofascistas italianos hayan llegado al Gobierno valiéndose del sufragio universal?". Este razonamiento frecuenta artículos de opinión en la prensa española, roza tertulias radiofónicas e incluso lo he visto y oído en boca y gesto de un politólogo de cadena televisiva. Es más. Como ocurrió en España cuando se quiso rebajar de grado al franquismo y se calificó de -autoritarismo, toda una corriente politológica liberal. revisa su concepto del fascismo maquillándolo de autoritarismo. En España la operac...

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"Puesto que el sistema de representación democrática es bueno, ¿por qué ha de ser malo que los neofascistas italianos hayan llegado al Gobierno valiéndose del sufragio universal?". Este razonamiento frecuenta artículos de opinión en la prensa española, roza tertulias radiofónicas e incluso lo he visto y oído en boca y gesto de un politólogo de cadena televisiva. Es más. Como ocurrió en España cuando se quiso rebajar de grado al franquismo y se calificó de -autoritarismo, toda una corriente politológica liberal. revisa su concepto del fascismo maquillándolo de autoritarismo. En España la operación sirvió para exculpar al franquismo sociológico y a los cómplices políticos que habían cambiado a tiempo la camisa azul y la boina colorada por la blanca y el corte de pelo a la navaja.La estrategia de los nuevos fascismos europeos está escrita en negro sobre blanco y pasa por el sistema democrático para acceder a la conquista del Estado en un momento de disgregación europea, previsto como consecuencia de la correlación de fuerzas entre bloques de intereses capitalistas, quiebras en el mercado de trabajo, xenofobias, obsolescencia de la cultura política que ha llegado a inculcar en las masas el principio de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos. La progresiva debilidad de las formaciones políticas tradicionales permite que en Italia llegue al poder una coalición de racistas económicos, integristas católicos contrarios a la Revolución Francesa, neofascistas... y todos ellos respaldados por personajes tan complejos como un Craxi a la baja y un Marco Pannella convertido en celestina de fachas. También en la República de Weimar, cuando las urnas acercaron al poder democrático a Adolfo Hitler, la fracción pija del liberalismo opinó que la democracia domestica a los antidemócratas.

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