Raísa y Mijaíl, en la planta de caballeros

Ayer, a las 17.30 en punto, Mijaíl Gorbachov y su esposa Raísa se aposentaron durante 60 minutos en la planta de caballeros de unos grandes almacenes de Madrid. No iban a comprar un traje para él sino a firmar ejemplares de Memoria de los años decisivos (1985-1992) de Acento Editorial, reciente libro del último presidente de la ex URSS. Dos horas antes ya estaba al pie del cañón el primer componente de la inmensa cola que se formó Ariel Palacios , un estudiante de periodismo brasileño de 27 años. Tras él, una variopinta representación de nuestra sociedad: estudiantes recién escapado...

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Ayer, a las 17.30 en punto, Mijaíl Gorbachov y su esposa Raísa se aposentaron durante 60 minutos en la planta de caballeros de unos grandes almacenes de Madrid. No iban a comprar un traje para él sino a firmar ejemplares de Memoria de los años decisivos (1985-1992) de Acento Editorial, reciente libro del último presidente de la ex URSS. Dos horas antes ya estaba al pie del cañón el primer componente de la inmensa cola que se formó Ariel Palacios , un estudiante de periodismo brasileño de 27 años. Tras él, una variopinta representación de nuestra sociedad: estudiantes recién escapados de clase, amas de casa que además del libro habían adquirido camisas, calcetines y corbatas; matrimonios con pinta intachable, simples curiosos y cazadores de autógrafos que finalmente paralizaron el ritmo comercial de la planta de caballeros.

Una elegante dama rubia, con impecable traje de chaqueta y talante tradicional, pregonaba a los cuatro vientos que Gorbachov era su ídolo de toda la vida y que le iba a dar un gran beso. La señora ejerció también de guardiana para impedir que nadie se colara. Ella misma fue la protagonista del único incidente de la tarde: cuando le llegó su turno, presa de la emoción y la coreografía, gritó ante el matrimonio Gorbachov: "¡Torero! ¡Torero!". Un anciano llegó con su nieto de 5 años; mientras Mijaíl le firmaba su ejemplar le dijo al niño: "Éste es el hombre, Manolín. Míralo bien". El chaval, barruntando la importancia de aquel momento y de aquel personaje, se quedó clavado como una estatua.

A las 17.40, diez minutos después de comenzar la firma, Raísa hizo discretamente mutis, causando desilusión entre algunas señoras que no pudieron constatar in situ el blanco vestido de la ex primera dama soviética, y aprovechó para hacer ella misma unas compras. Gorbachov, con aspecto relajado y sano, firmó en una hora casi 600 ejemplares de su libro, que comienza con esta cita del propio Mijaíl: "No hay refonnadores felices". La mayoría de la gente llegaba hasta el. ex mandatario con gesto serio, le miraban fijamente mientras firmaba, como intentando grabar para siempre en la memoria esos fugaces momentos cara a cara con uno de los personajes clave del siglo XX, el hombre que acabó de un plumazo con el comunismo soviético.

Entre los curiosos que merodeaban por la planta de caballeros estaba un conocido actor, comunista añejo, que declaró a este cronista: "Yo no he venido a comprar el libro, sino a acompañar a una amiga. No compro libros de traidores. Deberían. haber puesto la tienda en la sección de rebajas".

Gorbachov, que había llegado a Barcelona hace dos días, desarrolló ayer en Madrid una vertiginosa actividad: por la mañana audiencia con el Rey; poco antes de mediodía, con el presidente del Congreso, Félix Pons y los portavoces de la Comisión de Asuntos Exteriores; luego desearon "menos problemas y más éxitos" a los madrileños en su encuentro con el alcalde, José María Álvarez del Manzano; por la tarde, firma de ejemplares, y a las 19.00, conferencia en el Círculo de Lectores sobre Un camino hacia una nueva civilización. En esta visita relámpago de cuatro días, el matrimonio Gorbachov ha pasado por Oviedo y hoy se entrevistará también con Felipe González", para comentar tal vez sus respectivas experiencias políticas.

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