Di Basco anula al ONCE

El modesto 'sprinter' italiano frustró en Santander la sexta victoria de Jalabert

Laurent Jalabert llegaba fuerte y seguro. Su equipo, el ONCE, había dado una lección de control en los últimos 50 kilómetros de la etapa. Subiendo Alisas, Rincón había sudado; bajando y en el llano, Sierra y Díaz Zabala. Debían lograr que Jalabert viajara en la silla de la reina hasta el último kilómetro. Hasta ocho de sus hombres en cabeza pusieron a todo el pelotón en fila india.Anularon cualquier intento; dejaron descolgado a Van Poppel, el rival más temido; marcaron un ritmo de infierno; hasta convirtieron a uno de sus líderes, Erik Breukink, en galgo cazador. Llegó el último kilómetro...

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Laurent Jalabert llegaba fuerte y seguro. Su equipo, el ONCE, había dado una lección de control en los últimos 50 kilómetros de la etapa. Subiendo Alisas, Rincón había sudado; bajando y en el llano, Sierra y Díaz Zabala. Debían lograr que Jalabert viajara en la silla de la reina hasta el último kilómetro. Hasta ocho de sus hombres en cabeza pusieron a todo el pelotón en fila india.Anularon cualquier intento; dejaron descolgado a Van Poppel, el rival más temido; marcaron un ritmo de infierno; hasta convirtieron a uno de sus líderes, Erik Breukink, en galgo cazador. Llegó el último kilómetro, todo bien ordenadito y controlado hasta entonces, y el despendole. Por todas partes surgieron ansiosos. Con más fuerza que nadie, en la última recta, el madrileño José Rodríguez. Se le acabó la gasolina pronto. Era el turno de la incontenible salida de Jalabert. El sprinter francés ganador de cinco etapas se quedó demasiado pronto sin lanzador. Todos los un poco más rápidos iban astutamente detrás. Pero Jalabert se sentía seguro y se lanzó. Casi insuperable. Hasta que un astuto italiano, guaperas de 29 años, de un equipo modesto, con un triunfo en una etapa de Giro como todo bagaje en ocho años de profesional, le dio al riñón y en pocos metros sacó al orgulloso francés casi una bicicleta. Como un ariete goleador celebró Di Basco, un hombre que lleva toda la Vuelta batiéndose el cobre por los sprints especiales, su maniobra cerca del acaparador. Con maña, saliendo de su rueda en el momento justo, le había batido. Él solo anuló una hora de trabajo de todo un equipo.

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La ambición de Rominger en la Demanda podría ser objeto de una tesis doctoral. Manolo Sáiz, director del ONCE, critica su glotonería. "Quiere ganarlo todo; hasta la clasificación por equipos", dice el cántabro. "El otro día podía haber hecho que intentara ganar su más fiel trabajador, Jon Unzaga". Javier Mínguez, director del Banesto, no entra en consideraciones: "Es ambicioso y basta; le gusta ganar y como es superior a todos se lo puede permitir". Induráin suele empezar a ganar el Tour en el Giro, amedrentando a sus rivales. Como cuando dobló a Chiappucci en la contrarreloj de Milán hace dos años. "Si lo que intenta ahora Rominger es asustar a Induráin, se equivoca de táctica", dice José Miguel Echávarri, director del navarro. "Induráin se está preparando y no le afecta en lo más mínimo cómo está ahora Rominger. Ya se verán en el Tour. Echávarri establece una diferencia entre ambos campeones: "Rominger lo quiere todo, y no le voy a criticar por ello, e Induráin es generoso, un estilo que me gusta más. Pero el Tour no es la Vuelta, que no crea que nos va a asustar".

"Lleva dos trimestres con buena nota", dice Echávarri de Zarrabeitia. "Ahora le queda el más difícil. Llegan los exámenes finales". El joven corredor comprendió subiendo a la Demanda, el domingo, de qué hablaba su director. Pasó su peor día. "Lo he pasado muy mal", dijo Zarrabeitia. "Sólo a base de ganas he podido aguantar y llegar hasta Zülle al final. Porque Rominger está demasiado fuerte".

La presión se ha ido acumulando semana a semana- alrededor de la gran esperanza española. Ha logrado. encender la llama de la ilusión entre los aficionados. Ése era su examen de la Demanda: lograr que no se desmoronara todo en un mal día; saber conservar la cabeza fría ahora que ya, no trabaja para otros; ahora que no se puede dejar ir cuando no puede más; ahora que tiene a un equipo detrás de sus pedaladas. "No es nuestro objetivo una plaza en el podio para Mikel", dice Echávarri. "Sino qué progrese, que se siga haciendo". Y una forma de madurar es comportarse como lo hizo ayer.

La estrategia de su equipo el domingo era ofensiva y tenía a un Delgado pleno para trabajarlo. A su estilo, dejándose caer y saltando desde atrás, el segoviano intentó hacerle cosquillas a Rominger. "Vi que Zarrabeitia andaba mal y que no podía seguirme y levanté el pie" explica el segoviano. Delgado abandonó sus veleidades y se puso de maestro. Al lado de Zarrabeitia, regulándole en la subida, paso a paso, y con la ayuda de Íñigo Cuesta, logró que el de Abadiño enlazara con Zülle. Después, cuando el joven suizo aceleró para dejarle, Zarrabeitia aún tuvo arrestos para seguirle. Aunque Delgado se quedara.

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