Tribuna:

¿Rodó o Gual?

Al día siguiente de que acabara el congreso del PSC -ese congreso que ha servido para dejarlo todo igual, pero peor-, alguien me cose al oído esta sentencia esplendorosa: "`Mira Serra, ahí va: pudo haber sido el López Rodó del Gobierno socialista, pero quizá no pase de ser una versión de Gual Villalbí". Entre 1957 y 1965, Pedro Gual Villalbí fue ministro sin cartera de Franco: el balance de la historia tiende a adjudicarle una importancia más bien simbólica. Gual fue una transparencia, que sólo adquirió su perfil en la opacidad del comentario bisbiseado, del éste manda mucho, pero mucho.Durant...

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Al día siguiente de que acabara el congreso del PSC -ese congreso que ha servido para dejarlo todo igual, pero peor-, alguien me cose al oído esta sentencia esplendorosa: "`Mira Serra, ahí va: pudo haber sido el López Rodó del Gobierno socialista, pero quizá no pase de ser una versión de Gual Villalbí". Entre 1957 y 1965, Pedro Gual Villalbí fue ministro sin cartera de Franco: el balance de la historia tiende a adjudicarle una importancia más bien simbólica. Gual fue una transparencia, que sólo adquirió su perfil en la opacidad del comentario bisbiseado, del éste manda mucho, pero mucho.Durante sus años como vicepresidente del Gobierno, Serra ha mandado mucho: en el bisbiseo. Llegó al cargo con dos misiones: proteger de la erosión a Felipe González y culminar sin trauma la renovación del partido, del mismo modo que había logrado civilizar al Ejército. Pero en ninguna de esas dos misiones su cocina secreta ha dado platos superlativos. Y últimamente de esa cocina salen, incluso, platos quemados. Si se implicó a fondo en los movimientos precongresuales del PSC, suya es la responsabilidad del congreso más inútil que haya vivido el partido desde su fundación. Si no fue así, debería explicar por qué ha dejado su partido. a merced de una tempestad baldía. Los delegados socialistas castigaron a unos hombres y una política inexorablemente inmóvil, en la que no se atisban elementos de una renovación que permita algún día quebrar la hegemonía pujolista. Están cansados de perder, están cansados de la tenaza socioconvergente, que amenaza convertir Cataluña en un plácido lago de aguas muertas. De ahí los aparentemente insólitos apoyos que obtuvieron Borrell y Solé Tura, muy poco cómplices con la omertà socio convergente. De ahí, sobre todo, el castigo a Serra: el colmo de un conspirador es que se le adviertan sus manas y ninguno de sus frutos.

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