¿Deporte o ruleta rusa?

La muerte de Ulrike Maier revela el peligro de la prueba de descenso

Lo sabía. Seguro que lo sabía. Ese día tenía que ser su día. El Lauberhornrennen de Wengen (Austria), era un descenso de los clásicos. Tenía que ser su salto hacia el todo. Como cualquier otro austriaco, Gernot Reinstadler soñaba.Ahora está muerto.

Su choque fatal, después de 2 minutos y 29 segundos de carrera, dejó sin habla al mundo del esquí, pero sólo por unos momentos. "El espectáculo debe continuar", dice A. J. Kitt, el mejor esquiador estadounidense del momento. Sábado 29 de enero, poco más de tres años después: el espectáculo sacrifica otra víctima: Ulrike Maier, una austriaca d...

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Lo sabía. Seguro que lo sabía. Ese día tenía que ser su día. El Lauberhornrennen de Wengen (Austria), era un descenso de los clásicos. Tenía que ser su salto hacia el todo. Como cualquier otro austriaco, Gernot Reinstadler soñaba.Ahora está muerto.

Su choque fatal, después de 2 minutos y 29 segundos de carrera, dejó sin habla al mundo del esquí, pero sólo por unos momentos. "El espectáculo debe continuar", dice A. J. Kitt, el mejor esquiador estadounidense del momento. Sábado 29 de enero, poco más de tres años después: el espectáculo sacrifica otra víctima: Ulrike Maier, una austriaca de 26 años, dos veces campeona del mundo. Deja una hija.

Sólo mira hacia adelante. Los ojos firmemente cerrados. La cuenta atrás ha empezado. Sólo la profundidad delante. Después, la señal de salida, seguida por la explosión. "Sólo entonces desaparece tu miedo", explica Kjetil-Andre Aamodt, el noruego que se atreve a competir en, todas las disciplinas y probable sucesor de Marc Girardelli como mejor esquiador mundial. "Cada descenso es un examen, una prueba de fuerza contra la que tienes que sobrevivir. Por lo menos yo sobrevivo. A veces, el miedo no desaparece durante la carrera. Eso es lo peor. Estás nervioso, demasiado tenso y reaccionas convulsivamente. Tiendes a ir más despacio y exactamente entonces el accidente sobreviene. Muchas veces estoy tremendamente asustado ya en la cabina de salida".

Esquiadictos y riesgodependientes, sólo ellos -se dice- se arriesgan a esquiar en descensos. ¿Esquiar a la puerta de la muerte? A. J. Kitt se identifica: "Soy uno de ellos: ciego ante el peligro. Los esquiadores de descensos somos como kamikazes".

A. J. Kitt, actual número dos mundial del descenso, surgió casi de la nada hace dos años. Ganó en Val d'Isére y quedó segundo en Kitzbuhel. Su objetivo: el oró olímpico en Lillehammer. Su ponión es clara: "Hay que zambullirse en el agujero sin frenos". "El descenso es veloz, peligroso, dinámico. Sobre los esquíes se puede alcanzar 140 kilómetros a la hora. No se hace porque sea muy agradable. En absoluto. ¿Qué pasa si uno se cae? No se tiene que pensar en esa posibilidad. Uno tiene que estar completamente seguro de dominar la situación. Y nunca asustado". Kitt añade que si se busca simplemente pasar el rato esquiando, "debes elegir el eslalon gigante, esas carreras en que sientes que practicas tu hobby sin más. Pero el descenso es otra cosa. El descenso es correr, luchar con y contra la montaña. A veces, sólo cuando crees que has hecho el descenso perfecto, tienes el verdadero sentimiento: he matado a la montaña", añade Kitt.

El esquiador estadounidense considera que uno debe ser consciente de que lleva a cabo una guerra sin cuartel contra la naturaleza. "La montaña decide qué camino tomas; la nieve fija el límite de velocidad. Uno se tiene que adaptar lo mejor posible a ese marco. El mejor esquí, la cera más apropiada, ajustar a la perfección la bota a la tabla: es lo único que puedes hacer, nada más. Y uno acaba siendo consciente de la única verdad: cualquier carrera puede ser la última. Esto, en combinación con el grado de dificultad de la pista, es el encanto del descenso. ¿Qué velocidad puedo alcanzar? ¿Qué altura alcanzaré saltando? ¿Dónde está la zona peligrosa? ¿Qué puede salir mal? Esas dudas son lo que hacen excitante el descenso. El descenso en sí mismo, no. Es la excitación".

Los accidentes mortales, sin embargo, no son algo habitual. Ni siquiera piensa así el especialista en descensos noruego Atle Scaardal, segundo en el Mundial de 1993. Quedó estupefacto, como todos los componentes del circuito mundial, por la muerte de Ulrike Maier. "Pero el esquí es un deporte, no una ruleta rusa", piensa. "Sólo el descenso es emocionante, tanto para el público como, en mi opinión, para los propios esquiadores. No entiendo por qué algunos evitan el descenso. Es la esencia del sentido original del esquí: lanzarse cuesta abajo tan rápido como sea posible". Pero Scaardal. fija un límite: "El trazado debe ser bueno; la seguridad, perfecta".

Billy Johnson, el estadounidense que ganó el oro en el descenso de los Juegos de Sarajevo hace 10 años, pone la guinda: "El descenso es importante; la disciplina más importante del esquí. Detrás de él, sólo queda la nada, El público quiere ver acción, saltos, choques espectaculares. Por eso siempre digo: los Juegos están acabados después del primer día, el día del descenso".

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