Entrevista:

"Haría desaparecer la M-30 y la M-40"

Todo lo que hace Pepe Carrol (José Franco en su casa y en su carné de identidad) tiene trampa y cartón. Es maestro en el arte de engañar ojos ajenos y cumple a rajatabla las normas del buen mago: nunca hace lo que dice, no dice lo que hace y, en cuanto el público se despista, hace lo que no dice. Su rostro se ha hecho popular en la pequeña pantalla, pero su destino fue y es forjado cada noche en las herrerías nocturnas de la ciudad donde recaló desde su Zaragoza natal para estudiar una ingeniería. Aunque estuvo un par de años matriculado, en cada examen perfeccionaba la técnica del esca...

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Todo lo que hace Pepe Carrol (José Franco en su casa y en su carné de identidad) tiene trampa y cartón. Es maestro en el arte de engañar ojos ajenos y cumple a rajatabla las normas del buen mago: nunca hace lo que dice, no dice lo que hace y, en cuanto el público se despista, hace lo que no dice. Su rostro se ha hecho popular en la pequeña pantalla, pero su destino fue y es forjado cada noche en las herrerías nocturnas de la ciudad donde recaló desde su Zaragoza natal para estudiar una ingeniería. Aunque estuvo un par de años matriculado, en cada examen perfeccionaba la técnica del escapismo y la desaparición para aparecer, como por arte de magia, en la Sociedad Española de Ilusionismo; allí le esperaban los mejores magos de Madrid. Ahora que en su agenda no caben minutos para un paseo, sueña con recoger su sótano inundado de cachivaches, convertirlos en una enorme caja de Pandora y recorrer los pueblos de España con su carpa mágica a cuestas.Pregunta. Su carné de identidad está lleno de mentiras...

Respuesta. La verdad es que nací en Zaragoza, en un día incierto de un año más incierto todavía, bajo el nombre de José Franco, y en los primeros años trabajé llamándome así, pero, cada vez que llegaba al local, mi cartel estaba lleno de pintadas alusivas a un señor que estaba a punto de dejar de gobernar el país en esa época. Así que terminé por cambiarme el apellido y adopté el de Lewis Carroll.

P. Madrid está repleto de magos, ¿tanta magia necesita esta ciudad para sobrevivir?

R. Quizá necesite mucha, por algo tiene el mejor nivel del país en calidad y cantidad de magos. En Cataluña también hay un poderoso círculo, pero aquí están los mejores, desde Juan Tamariz a Arturo Ascanio o el gallego Camilo Vázquez.

P. ¿Qué lugares de la ciudad haría desaparecer?

R. Todas las emes. Desde la 30 a la 40. Esas vías horrorosas que atraviesan la ciudad y que son los símbolos de la deshumanización; son como túneles que te llevan de un lado a otro sin ver nada.

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P. ¿Pasea por la ciudad?

R. ¡Si no tengo tiempo para hacer nada que no sea ir a toda prisa de una eme a otra!

P. ¿El público es siempre igual de fiel en todas partes?

R. No, qué va. Los madrileños son rápidos para cantar, y fuera no es tan fácil. Es un público acostumbrado en la vida cotidiana a hacer bromas, a jugar con la ironía. Acabo de llegar de mi tierra, Zaragoza, y tenía la sensación de que no me entendían.

P. ¿Cómo se hace uno mago?

R. Con paciencia infinita y mucho trabajo. Cada número, antes de hacerlo ante la gente, ha sido ensayado centenares de veces, miles incluso. Un mago tarda muchos años en adquirir su propia personalidad; es como un papel de actor que uno adopta para toda la vida y tiene que creértelo, sentirlo, practicar hasta el infinito una serie de técnicas secretas. Yo creo que por eso un mago tarda años en ser reconocido.

P. ¿Cuál es su truco favorito?

R. Los aros chinos. Ya sé que es uno de los clásicos y que no hay mago en el mundo que no lo practique, pero a mí siguen encantándome. Tengo una versión adaptada, y los enlazo y desenlazo a mi manera.

P. ¿Y el que le dio más envidia?

R. Lo vi cuando era pequeño, porque ahora, por mucho que te gusten algunos números, conoces la técnica y no tienes la misma capacidad de sorpresa. Había una cosa que hacía un mago en un programa que me dejaba absorto: el truco del bastón bailarín, lo frotaba entre las manos y le volaba alrededor del cuerpo.

P. Revele uno.

R. Es totalmente imposible; caería fulminado por un rayo y no acabaría la entrevista.

P. ¿Qué lleva en su maleta?

R. Un montón de cachivaches. Los imprescindibles, de los que no me separo nunca, son los aros chinos, las cartas, la cuerda... He tenido muchos problemas en las aduanas. En Egipto me tuvieron retenido porque creían que unos bambúes con interior metálico eran armas peligrosas.

P. O sea, que reveló el truco.

R. Está bien. Voy a explicarle el del huevo que se convierte en tortilla. El huevo está batido en el platito, y yo, muy despacio, lo voy dejando caer en el sombrero, y dejo que se vea bien; cuando el huevo batido comienza a caer, es cuando...

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