NECROLÓGICAS

Manuel Granell, filósofo humanista

El pasado 12 de noviembre ha muerto en Caracas, a los 87 anos, el filósofo Manuel Granell. Al imprevisto ataque respondió con una constatación que no llegaba a hacerse queja: "¡Vaya! Por fin muero en Venezuela". El vigor físico y la energía anímica de Manuel Granell se transparentan en el uso rotundo y consciente del término humanismo, que aparece en tantos de sus títulos. Hay ahí fidelidad a su maestro Ortega y Gasset, para quien la adecuación entre vida y humanistas era mucho más que un tópico ligero. Hay resonancia de la tradición hispana que sostiene una idea humanista y pers...

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El pasado 12 de noviembre ha muerto en Caracas, a los 87 anos, el filósofo Manuel Granell. Al imprevisto ataque respondió con una constatación que no llegaba a hacerse queja: "¡Vaya! Por fin muero en Venezuela". El vigor físico y la energía anímica de Manuel Granell se transparentan en el uso rotundo y consciente del término humanismo, que aparece en tantos de sus títulos. Hay ahí fidelidad a su maestro Ortega y Gasset, para quien la adecuación entre vida y humanistas era mucho más que un tópico ligero. Hay resonancia de la tradición hispana que sostiene una idea humanista y personal del laicismo en vez de laminarlo en favor de una cierta mística colectiva, ya sea en aras de la teología o de la historia o de la ciencia. Frente a esas ensoñaciones del discurso occidental insisto en el valor de ese humanismo del que Granell fue adalid.Su pariente y paisano el también filósofo José Gaos, que formó parte del Gobierno republicano durante la guerra civil, había iniciado una actitud que Granell y otras muchas personas compartieron. No, ellos no eran exiliados ni estaban en destierro, sino que habían sido forzados a transterrarse desde España a América. Manuel Granell, como fuere, gozó sin duda de una vida plena de felicidad familiar al lado de su mujer, Pilar Gaos, y de sus hijos; realizó una gran labor en Caracas y una apasionada carrera en docencia, libros y congresos, siempre en el renovado espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. Pero el cómputo de los reconocimientos y honores no se completó como debía, en' su caso. Es justo reconocerlo. Ahora que él se nos ha ido, no es, sin embargo, tarde para conceder a su memoria la honra que merece-

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