Crítica:

El espíritu de la colmena

1.30 / Antena 3España, 1982 (100 minutos). Director: Víctor Erice. Guión: Ángel Fernández-Santos. Fotografía: Luis Cuadrado. Intérpretes: Ana Torrent, Fernando Fernán-Gómez, Teresa Gimpera, Isabel Tellería. Drama.El espíritu de la colmena es el fruto del talento de gentes que realmente aman el cine, que han educado sus sentidos en las salas oscuras, con las tragedias y alegrías de héroes y heroínas de celuloide, que han sabido romper las barreras de lo real y lo imaginario -salpicándolos de soterrados, mas no por ello menos evidentes, mensajes políticos- para fundirlos en ...

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1.30 / Antena 3España, 1982 (100 minutos). Director: Víctor Erice. Guión: Ángel Fernández-Santos. Fotografía: Luis Cuadrado. Intérpretes: Ana Torrent, Fernando Fernán-Gómez, Teresa Gimpera, Isabel Tellería. Drama.El espíritu de la colmena es el fruto del talento de gentes que realmente aman el cine, que han educado sus sentidos en las salas oscuras, con las tragedias y alegrías de héroes y heroínas de celuloide, que han sabido romper las barreras de lo real y lo imaginario -salpicándolos de soterrados, mas no por ello menos evidentes, mensajes políticos- para fundirlos en un mismo saco de emociones, ensoñaciones, juegos, guiños, miedos...

La pequeña Ana y su hermana Isabel asisten a la proyección de Frankenstein (James Whale, 1931) y, desde ese instante, la muerte entra a formar parte de sus juegos (Isabel yace callada, los ojos cerrados, los latidos del corazón apenas perceptibles, frente a la mirada aterrada pero curiosa de Ana Torrent), como la magia. Pero lo que Ana se resiste a reconocer es la muerte de un monstruo (capaz de jugar con una niña, como ella, junto a un río rematado de flores y nenúfares) que ahora cree escondido en una casa abandonada. Ana no teme a su criatura, antes al contrario, la necesita para seguir creyendo en algo. Monstruos hay muchos, pero no son precisamente ésos en los que nos hacen creer... Una indiscutible obra maestra, escrita con el corazón, sutil en sus elipsis, en sus insinuaciones, en su amor sin límites por los personajes atrapados en un decorado yermo en el que sólo un monstruo altera la agonía lineal de la vida.

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