TOUR 93

Tony Rominger da un golpe de efecto

Tony Rominger presentó su candidatura para el Tour de 1994. Su victoria sobre Miguel Induráin en la contrarrelcj de Monthlery fue un verdadero golpe de efecto que servirá para alimentar un debate: ¿qué habría pasado de no haber sido el suizo víctima de la contrarreloj por equipos un día y de la inclemencia del tiempo otro? Su éxito le acerca al español. Tanto es así que sufrió un pinchazo como le sucedió a Induráin en el lago de Madine. Esos 42 segundos darán que hablar.

Saltó Rominger al asfalto sin complejos, con prisa. Persiguió resolver cuanto antes su maparticular con Zbnon Ja...

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Tony Rominger presentó su candidatura para el Tour de 1994. Su victoria sobre Miguel Induráin en la contrarrelcj de Monthlery fue un verdadero golpe de efecto que servirá para alimentar un debate: ¿qué habría pasado de no haber sido el suizo víctima de la contrarreloj por equipos un día y de la inclemencia del tiempo otro? Su éxito le acerca al español. Tanto es así que sufrió un pinchazo como le sucedió a Induráin en el lago de Madine. Esos 42 segundos darán que hablar.

Saltó Rominger al asfalto sin complejos, con prisa. Persiguió resolver cuanto antes su maparticular con Zbnon Jaskula y Alvaro Mejía. Las primeras referencias sembraron su camino de excelentes perspectivas: sólo un desfallecimiento imprevisto podría apartarle del podio al lado del líder. Rominger lleva una semana compitiendo por su derecho a ser considerado como el principal rival del rey. Se despide de este Tour con tres victorias de etapa y unos cuantos argumentos en la mano para sembrar la discusión.

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Rominger cree estar en condiciones de abrir el debate: ganó más etapas que Induráin, estuvo a su lado en la montaña y dejó en tablas el reparto de las contrarrelojes. Se siente igual de fuerte en los terrenos de la verdad. Su desgracia es que nunca llegó a colocar en apuros al líder y que Induráin puede vanagloriarse de haber ganado este Tour con mayor comodidad que los dos anteriores. Rominger no ha sufrido el odio de Induráin. En cualquier caso, su victoria tiene iuri valor comercial evidente: él y sólo él tiene la categoría de aspirante.,

Por su parte, Induráin - es quien dispone de -todos los datos. Rominger usa -argumentos, especula con el pasado, modifica el orden de los acontecimientos... Induráin maneja certezas. Él sabe qué es lo que pasó por su cabeza cuando, en el kilómetro 11, Eusebio Unzué le comunicó que, por primera vez, alguien se atrevía a contestarle en su terreno favorito, allanaba su hegemonía en la contrarreloj. Sólo Induráin sabe si tomó la calculadora y maniobró con la austera eficacia que le caracteriza. Induráin es indemne al sentimentalis mo en carrera: no necesitaba gas tar más energía de la precisa para derrotar nuevamente a quien ya estaba derrotado.

La actuación de Rominger causó el derrumbe inmediato de Mejía, trasladado al papel de víctima. El colombiano terminó desmoralizado y rebasado por Induráin en el último kilómetro. Jaskula echó genio y resistió durante un buen número de kilómetros. El podio repartió justicia porque Mejía fue el único de los candidatos que despreció tomar alguna iniciativa.

La motivación condujo a Rominger a un éxito doblemente satisfactorio. Su victoria ante Induráin se ha convertido en un punto de referencia indudable. Siempre se hará esa excepción en cualquier comentario sobre la inviolabilidad del líder y se citará al suizo. Su contrarreloj fue a más durante los primeros 42 kilómetros y aumentó la diferencia respecto al español para sorpresa de los especialistas: 23 segundos (kilómetro 10,8), 45 (26), 1m 03s (42,5). Induráin reaccionó tarde y redujo esa distancia en 21 segundos durante los últimos cinco, anécdota que pierde relieve debido a que en ese tramo Ron-iinger hubo de cambiar de bicicleta. La velocidad media de Rominger (50,495 kilómetros por hora) permite suponer que el español no estuvo, ni mucho menos, a su altura.

¿Ha terminado Rominger más sobrado de energías que Induráin? He ahí otra pregunta con trampa. Rominger tenía una cuenta pendiente y la necesidad de entregarse a fondo en una etapa que podía ser le especialmente satisfactoria: nunca había terminado el Tour entre los primeros. Las circunstancias de Induráin eran diferentes.

El Tour certifica el predominio de la fuerza, el poder de los hombres capaces de utilizar los grandes desarrollos en todos los terrenos. Los especialistas quedan obsoletos. Induráin y Rominger han viajado en cabeza por el llano y las cuestas. Uno ha sido el verdadero dominador. El otro presentó tarde su candidatura. No hay una rivalidad aplazada: Rominger tiene aún que demostrar que puede colocar a Induráin en una posición delicada. Nadie lo ha hecho hasta ahora. Ayer no era el día adecuado.

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