España se clasifica para el Mundial

Sin apenas público, sin rival y con más a perder que a ganar, la selección española se despidió del Europeo con el gesto torcido. Cumplió con su más elemental objetivo: ser quinta y clasificarse para el Campeonato del Mundo que se celebra el año próximo en Toronto. Pero dejará Múnich con el regusto amargo del matiz -su falta de resolución en un par de finales de partido- que le apartó de las semifinales.El juego del equipo español ha ganado coherencia y naturalidad respecto a anteriores citas. Véase el partido del cierre contra Estonia. No se sobredimensiona a ningún rival, como ocurría en la ...

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Sin apenas público, sin rival y con más a perder que a ganar, la selección española se despidió del Europeo con el gesto torcido. Cumplió con su más elemental objetivo: ser quinta y clasificarse para el Campeonato del Mundo que se celebra el año próximo en Toronto. Pero dejará Múnich con el regusto amargo del matiz -su falta de resolución en un par de finales de partido- que le apartó de las semifinales.El juego del equipo español ha ganado coherencia y naturalidad respecto a anteriores citas. Véase el partido del cierre contra Estonia. No se sobredimensiona a ningún rival, como ocurría en la etapa anterior. España encara este tipo de fáciles y poco gratificantes encuentros con simplicidad. El resultado es que los estones tenían que pedir árnica ya antes de que finalizara el primer tiempo, con 29 tantos de desventaja, 60-31.

Lolo Sainz no tenía mejor argumento para preparar el partido: someter a una meticulosa defensa a la estrella del conjunto rival. Aivar Kuusmaa, un escolta que promedia más de 30 puntos por encuentro, es el jugador en el que nace, se desarrolla y muere el baloncesto de la selección de Estonia. Abortada su continua búsqueda del triple por un buen marcaje de Rafael Jofresa, con algunas ayudas de sus compañeros, se zanjaba medio partido.

Partido tranquilo

Para allanar la otra mitad del asunto bastaba con mantener una mínima producción ofensiva. No hubo problema. Ayer los bases españoles, los hermanos Jofresa, miraron el cesto como, por desgracia, no suelen hacerlo. Mientras que el resto del equipo no tuvo problema para sacar ventaja de su mejor calidad técnica en el uno contra uno. Algún otro pequeño detalle, como el marcaje a Babenko, el único pivote estonio de cierta categoría, se resolvió fácilmente con Orenga, primero, y Morales, después.

El partido careció de cualquier intensidad dado lo prematuro de su resolución. España encajó un parcial de 2-11 en los primeros instantes del segundo periodo pero la cosa no pasó a mayores y la diferencia volvió a crecer. Es más, se disparó hasta los 38 puntos, 97-58, alguno más hacia el final. Eso lo dice todo. La selección evitó el riesgo de recordar al equipo pesadilla, aquél que perdió contra Angola en los Juegos Olímpicos. Ese ha sido su primer mérito, nada difícil, el segundo, ha sido el de ofrecer una imagen convincente.

Aunque el resultado estadístico, un quinto puesto, haya sido inferior al tercero de hace dos años en el Europeo de Roma, su estilo ha sido otro. Incluso sus resultados puesto que entonces tuvo problemas hasta para ganar a selecciones de tercer rango como Bulgaria o Polonia y perdió dos de sus cinco partidos, contra Yugoslavia e Italia. En Múnich, también ha perdido en dos ocasiones, pero sobre un total de nueve encuentros y tras haber ganado con cierta comodidad al resto de sus rivales.

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