PACTOS ENTRE PARTIDOS

Las Cortes cambian más que las de preferencias de los ciudadanos

Los conservadores crecen a costa del CDS y la izquierda ó moviliza a los abstencionistas

1. Gran estabilidad en el voto.Como ocurre en la mayor parte d los países democráticos, la compe-tencia entre los partidos españole con posibilidades de ganar se con centra en torno a los electores con preferencias intermedias. Midien do las preferencias de los ciudada nos en una escala 1-10 (en la que 7 posición 1 corresponde a la extre ma izquierda y la posición 10 a I extrema derecha), la mediana punto de equilibrio del electorad español se sitúa en tomo al 4,5, es decir, algo a la izquierda del centro. Mientras que, a lo largo de los años, el PSOE ha sido percibido como cada vez más...

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1. Gran estabilidad en el voto.Como ocurre en la mayor parte d los países democráticos, la compe-tencia entre los partidos españole con posibilidades de ganar se con centra en torno a los electores con preferencias intermedias. Midien do las preferencias de los ciudada nos en una escala 1-10 (en la que 7 posición 1 corresponde a la extre ma izquierda y la posición 10 a I extrema derecha), la mediana punto de equilibrio del electorad español se sitúa en tomo al 4,5, es decir, algo a la izquierda del centro. Mientras que, a lo largo de los años, el PSOE ha sido percibido como cada vez más cercano a esa posición, el PP, pese a que en los últimos tiempos ha logrado una cierta imagen de moderación, si-gue siendo colocado por los ciuda-danos encuestados a más de tres puntos a la derecha de ella. La ventaja inicial de los socialistas en cualquier competencia electoral de ámbito español es, pues, muy notable.

Este análisis, así como una in-terpretación retrospectiva de los impactos de las campañas electo-rales, nos había permitido calcular que el PSOE goza desde 1982, de un "voto básico" de un 42%, que se habría alterado ligeramente, al alza o a la baja, según las coyuntu-ras relativamente favorables o ad-versas de cada uno de los comicios (véase el artículo publicado en es-tas mismas páginas el pasado 15 de enero). Así, en esta ocasión un balance de gestión desfavorable al Gobierno saliente forzosamente tenía que perjudicar al PSOE, que ha quedado efectivamente algo más de tres puntos por debajo de aquel porcentaje, aunque Felipe González ha conseguido limitarla pérdida gracias a la personaliza-ción de las candidaturas, como ya predijimos también en el análisis de la campaña presentado en un artículo anterior.

2. Trasvases favorables al PP.

Los trasvases de votos más impor-tantes han sido provocados por la pérdida de credibilidad del CDS, cuya mayor parte de sufragios han pasado al PP, aunque también se registran transferencias entre las candidaturas nacionalistas, socia-listas y populares, así como, en menor medida, entre el PSOE e IU. Comparando las proporcio-nes globales devotos obtenidos por los tres bloques básicos de partidos, se observa una gran esta-bilidad: la suma de los votos al PSOE e IU se ha mantenido en torno a un 49% (con una pérdida de menos de un punto con respec-to a 1989); el conjunto de partidos nacionalistas y regionalistas permanece fijo en un 11,4%; mientras que la suma del PP y el CI7S ha crecido cerca de tres puntos, hasta un 36,6%. Este incremento global del centro-derecha indica que, además de los trasvases, se ha ma-nifestado también una simpatía de nuevos votantes jóvenes por el PP superior a la medida de los electo-res del censo anterior que han fa-llecido o emigrado, compensada sólo en parte por una mayor sim-patía socialista de los abstencio-nistasque sepan movilizado en ta presente ocasión.

Un análisis por provincias, en el que descontamos el crecimiento del censo y de la participación, nos permite ser más precisos en cuanto a la capacidad de los partidos de incrementar sus proporciones de votos. El PP sabe en 50 provürcias (todas, excepto Melilla y Cantabria, ésta en beneficio de UPCA), con especial capacidad de atrac-ción de nuevos votantes en Cataluña,Valencia, Andalucía -excepto Sevilla-, el País Vasco, Navarra, Aragón y Canarias. 1:1 PSOE e ltl, por su parte, parecen haber movilizado proporciones significativas de antiguos absteri-cionistas sobre todo en Barcelona, Galicia -excepto La Coruña-, Navarra y en seis provincias de Castilla y León. Los nacionalistas y regionalistas han crecido básica-mente en Canarias (CC) y Aragón (Par), así como en Lérida (ERC).

En conjunto, el PP ha pasado de ocupar la primera posición en 17 provincias a conseguirlo en 25, mientras que el PSOE pasa de ga-nar en 31 a 24. Por comunidades autónomas, el PP ha pasado de ser el primero en seis comunidades asedo en nueve, aunque en general por diferencias esca-sas en escaños mientras que el PSOE ha pasado de ganar en 10 a lograrlo sólo en ocho, pero en és-tos se incluyen Andalucía y Ca-taluña, dondelos socialistas man-tienen ventajas decisivas (de 17 y 10 escaños, respectivamente) sobre el PP.

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3. Mayor proporcionalidad de la representación.

En estas elecciones se ha manifestado un menor pluralismo y una mayor concentración de los votos, aunque sin alcanzar los niveles de bipolarización de 1982. Así lo indican diversas medidas: la suma de los votos a las dos mayores candidaturas ha llegado a un 73,5% (con un incremento de más de ocho puntos con respecto a 1989, pero sin alcanzar el 74 74,9% de 1982), mientras que el índice de fragmentación del electorado se ha reducido a un 72% (tres puntos menos que cuatro años atrás, pero mayor que el 69°/ de1982).

La prorcionalidad de la representación parlamentaria con respecto a los votos obtenidos por los partidos ha sido más alta que en ninguna elección anterior. En otras palabras, la desviación electoral se ha reducido a un 10,65% (mientras que en comicios anteriores, como los de 1979, había alcanzado un 17%, con una media en torno a un 15%).

La mayor proporcionalidad del Congreso de los Diputados ahora electo procede de la menor cuota de ventaja en escaños del PSOE, que en 1989 había obteni-do un 26°/ más de representa-ción de lo que le habría corres-pondido con una proporcionali-

dad absoluta con respecto a los votos (concretamente, había conseguido un 50% de los dipu-tados pese a contar con menos de un 40°A de los votos). Ahora el PSOE disfruta de una ventaja en escaños más reducida, del 17%, casi la misma en la que se mantiene el PP. El siguiente partido más beneficiado por las reglas electorales es, como ha sido tradicional en la democracia española, el PNV,linientras que CiU continúa, según la costumbre, en una proporcionalidad casi exac-ta. Corno siempre, el más perjudicado es IU, que obtiene poco más de la mitad de los escaños que le corresponderían (aunque también cabe decir que, en ese supuesto, al CDS, que ha queda-do fuera, le habrían correspondido seis diputados).Pese a su reducción, la desviación provocada por las reglas electorales españolas sigue siendo la más alta de los países con sistemas de representación proporcional, debido sobre todo al reducido número de escaños elegidos en la mayor parte de las provincias, en las que, como ocurriría con un sistema mayoritario, sólo dos partidos pueden obtener representación.

4. Probable aumento de la inestabilidad.

Como consecuencia de la desviación provocada por las reglas electorales, la fragmentación de la representación en el Congreso es casi 10 puntos menor que la de los votos. Ello permite la formación de varias mayorías median-te coaliciones cuyos votos agregados no alcanzan una mayoría. Estas son, básicamente, PSOE-CiU (a los que, verosímilmente, también podrían añadirse el PNV y CC) y PSOE-IU.

Hay algunos elementos que permiten considerar la probabili-dad de cada una de las siguientes fórmulas parlamentarias: un Gobierno de coalición mayoritaria, un paco de legislatura que per-mitiera elegir al presidente de un Gobierno monocolor por mayoría absoluta y un Gobierno en minoría votado sólo por una mayoría simple de diputados y apoyado en mayorías variables para legislar.

Por un lado, la probabilidad de que se formara un Gobierno de coalición sería más alta si el partido más votado sólo tuviera una posibilidad de coligarse. Habiendo, como hay, dos opciones en el Congreso, las diferencias internas de opinión pueden dificultar la decisión del propio PSOE, así como la de los potenciales socios.

Por otro lado cabe recordar que la fórmula de un Gobierno en minoría apoyado en mayorías variables ya fue aplicada en los tiempos de UCD, cuando este partido tenía al menos tres posibilidades de sumar una mayoría de escaños (coligándose alternativamente con e1 PSOE, con AP o con CiU). Pero ello no le evitó tensiones internas por la diversidad de socios preferidos por los distintos sectores del partido ni un alto desgaste de negociación.

Podría así tal vez apuntarse hacia un pacto de legislatura o una negociación preferente del presupuesto con alguno de los socios como vía intermedia. Pero hay que tener también en cuenta la nueva composición del Senado. Con los resultados y la actual distribución de los senadores elegidos por los parlamentos autonómicos, las mayorías posi-bles en la Cámara alta son distintas que en el Congreso. Por un lado, el PSOE tiene dos posibilidades de formar una mayoría mínima, coligándose con CiU o bien con el PNV y CC. Pero, por otro, el PP puede formar diversas mayorías mínimas, mediante la coalición con CiU, el PNV CC y alguno de los demás senadores regiona-listas y nacionalistas, lo cual po-dría bloquear cualquier iniciati-va aislada del PSOE o de la coalición PSOE-IU. Parece que esta, posibilidad -que incluso podría ampliarse si, dentro de dos años, el PP mejorara sus re-sultados en las elecciones autonómicas- debería incentivar a los socialistas a promover la incorporación formal de los nacionalistas a la coalición quedé apoyo al Gobierno en el Congreso.

Cada una de las fórmulas mencionadas -Gobierno de coalición, pacto de legislatura, Gobierno en minoría- comporta diferentes grados probables de inestabilidad. Considerando como estable todo Go-bierno con una misma composición de apoyos partidarios, los estudios comparados más recientes muestran la siguiente gradación: los gobiernos más estables son los formados por una mayoría absoluta de un solo partido (como la, que ha tenido el PSOE entre 1982 y 1993); les siguen los apoyados en una coalición vencedora mínima (como laque podrían ]formar, por ejemplo, PSOE-Cill); después, los gobiernos en minoría

(como sería, en este caso, el del PSOE en solitario), y, en último lugar, los gobiernos sobredimen-sionados, en los que es más pro-bable la fuga de alguno de los socios (como podría suceder si se formara, por ejemplo, una ma-yoría cualificada con PSOE-CiU-PNV-CC).Hasta ahora, los gobiernos españoles han sido los más esta-bles de Europa. Cada legislatura ha producido una sola composi-ción partidaria de los gobiernos y, dejando aparte el periodo constituyente de 1977-1979, ha durado una media de casi 43 me-ses (de un máximo legal de 48). Lo menos que puede decirse es que, en esta ocasión hay bastan-tes probabilidades de que no se alcance tan larga duración.

5. Estrategias de partido.

Nuevos desafíos estratégicos se abren ante los principales partidos.

Por una parte, parece com-probado que, desde su resitua-ción en una posición moderada en el espacio político-ideológico y su victoria de 1982, el PSOE ya no ha ampliado significamerde los votos conseguidos por su de-recha y, en cambio, ha ido per-diendo algunos por su izquierda. La progresiva reconstrucción por IU de un espacio de atracción de votantes semejante al que había conquistado en los años setenta el PCE constituye, a me-dio plazo, una amenaza a la posi-ción de los socialistas como par-tido más votado. Por este moti-vo, el PSOE podría contemplar la conveniencia de recuperar al-gunos sectores situados a su iz-quierda, los cuales lógicamente podrían esperarla adopción de políticas más inclinadas hacia esa dirección. Esta estrategia electoral a medio plazo de los so-cialistas podría dificultar la op-ción parlamentaria a corto plazo de gobernar con el apoyo de los nacionalistas de centro.

El desafío estratégico que en-frenta el PP implica una más drástica ampliación de su área político-ideológica de atracción de votantes. Ciertamente, su única opción posible de crecimiento es seguir la exitosa vía de mode-ración ya emprendida en los últimos años, que le ha permitido, entre otras cosas, absorber los votos del CDS. Pero, para desplazar al PSOE del punto de equilibrio ligeramente centro-izquierdista del electorado español, el PP se enfrenta a varias di-ficultades. Entre ellas cabe men-cionar, en primer lugar, la posi-ción excesivamente derechista en que aún es contemplado por los ciudadanos, no sólo en comparación con los partidos democristianos europeos, sino incluso en relación con los conservadores; en segundo lugar, su desigual implantación en el territorio, y es-pecialmente su relativa debilidad en comunidades que proveen un gran número de escaños, como Andalucía y Cataluña, y en ter-cer lugar, la reticencia de algunos partidos nacionalistas y regionalistas de centro- derecha a colaborar con él, aunque, como hemos dicho, en este aspecto podrían producirse cambios con rapidez.

Durante el decenio de mayo-ría absoluta socialista, se sugirió repetidamente que el esquema político español podría acabar asemejándose al italiano de la posguerra, en el que un partido moderado, la DC, pudo gobernar ininterrumpidamente durante másde 40 años por el excesivo extremismo del principal partido de la oposición. La desaparición de la mayoría absoluta, que también fue rara en la posguerra italiana, no necesariamente invalida aquella comparación. Pero su revalidación o su desmentida dependerán, finalmente, de las iniciativas estratégicas de grupos muy reducidos de personas. En todo caso, la "renovación" del PSOE y la "refundación" del PP han sido anunciadas, pero, en muchos aspectos, están todavía por hacer.

Este trabajo ha sido realizado por el catedrático de Ciencia Política Josep M. Colomer y los investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona Clara Riha, A. Padró-Solaaet y Albert Beltran.

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