La alfombra de la discordia

Una junta arbitral de consumo resuelve en 10 minutos una reclamación de cinco meses

LUCÍA ARGOS, La clienta y el dueño de la tintorería no habían logrado ponerse de acuerdo durante cinco meses sobre la indemnización por una alfombra extraviada. Ella, A. G. P., había llevado la jarapa a limpiar el 18 de mayo de 1992 y en septiembre había desaparecido del comercio. Empiezan las negociaciones con el empresario, J. A. P. Que si cuanto vale la jarapa. Que si le compro otra del mismo valor. Que bueno. Que no, que ahora lo que quiero es el dinero.

Por teléfono y personalmente, los litigantes se tiraron cinco meses de diálogo de sordos por una cantidad de 12.000 pesetas. Hasta...

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LUCÍA ARGOS, La clienta y el dueño de la tintorería no habían logrado ponerse de acuerdo durante cinco meses sobre la indemnización por una alfombra extraviada. Ella, A. G. P., había llevado la jarapa a limpiar el 18 de mayo de 1992 y en septiembre había desaparecido del comercio. Empiezan las negociaciones con el empresario, J. A. P. Que si cuanto vale la jarapa. Que si le compro otra del mismo valor. Que bueno. Que no, que ahora lo que quiero es el dinero.

Por teléfono y personalmente, los litigantes se tiraron cinco meses de diálogo de sordos por una cantidad de 12.000 pesetas. Hasta que la reclamante presentó en enero de 1993 una reclamación en la junta de arbitrio de Toledo, una de las 24 que existen actualmente en España. La vista se celebró el pasado martes en el Ayuntamiento de Toledo, y la resolución, que apenas se hizo esperar 10 minutos, puso de relieve cuán a menudo es necesario un tercero para que dos se pongan de acuerdo.

Al inicio de la vista apenas se miraban, pero terminaron despidiéndose con un apretón de manos. Se sentaron frente al colegio arbitral. A ambos lados del presidente, un representante de los consumidores y otro del sector empresarial. "Aquí se juzga en equidad, no en leyes. Pero el laudo que dictaremos tendrá los mismos efectos que una sentencia judicial", les advirtió el presidente. Todos de acuerdo, empezó la vista.

"El motivo del desacuerdo esque, una vez elegida una nueva alfombra, la clienta dice que no la quiere, sino el valor económico", alega el dueño del comercio. "Mi reclamación se basa en que le pido 12.000 pesetas y con el dinero que reclamo hago lo que quiero, o me compro otra en otra tienda o me lo guardo. Y no tengo por qué dar explicaciones",, respondió ella. Los encargados del arbitrio hacen preguntas, intentan aclarar los términos. Al parecer, el reclamado obtenía un descuento en la compra de la nueva alfombra, lo que rebajaba su precio de unas 15.500 pesetas a las 12.000 que pedía la clienta.

"Pero, bueno", cayó en la cuenta la representante de los consumidores, "si con el descuento le quedaba en 12.000 pe setas, ¿no le da lo mismo pagar las en efectivo?". Pues pareció que sí. El reclamado sacó el talonario. "Yo no sé por qué nos hemos enredado por 12.000 pe setas. Hay veces que yo qué sé Me puede haber cogido en un día agitado...", argumentaba. "Lo que me confundió fue el cambio de actitud de la señora", se justificaba. Ella insistía en que habían sido varios los días "agitados".

El cansancio, la "honrilla" o la presencia de tres intermediarios agilizaron la firma del cheque por parte del reclamado. La junta no tuvo que decidir por ellos. Otros asuntos más complicados sí lo requieren. Este sistema, cuyo reglamento fue aprobado en el último Consejo de Ministros, permite a los ciudadanos sortear para temas de consumo el paso lento de la justicia.

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