Una jornada sin secretos

Ni una voz más alta que la otra tuvo este derby conciliador, precedido de abrazos entre los respectivos presidentes, de la dialéctica racional de los técnicos y de un lenguaje distendido entre los propios jugadores. Sucedió que el espectáculo fue tan tenue como el ambiente y vistió una noche sin carácter. El derby de la concordia quedó en un somero reparto de puntos que sobrevive a cualquier otra consideración. Madrid y Atlético fabricaron un empate sin secuelas. Nada que llevarse a la boca. El vestuario no produjo ni un maldito secreto que guardar.La falta de tensión también alc...

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Ni una voz más alta que la otra tuvo este derby conciliador, precedido de abrazos entre los respectivos presidentes, de la dialéctica racional de los técnicos y de un lenguaje distendido entre los propios jugadores. Sucedió que el espectáculo fue tan tenue como el ambiente y vistió una noche sin carácter. El derby de la concordia quedó en un somero reparto de puntos que sobrevive a cualquier otra consideración. Madrid y Atlético fabricaron un empate sin secuelas. Nada que llevarse a la boca. El vestuario no produjo ni un maldito secreto que guardar.La falta de tensión también alcanzó al vestuario. El Madrid viajó del hotel al estadio en plena soledad; esta vez, ni media docena de curiosos en la recepción. Tras el partido, más de lo mismo: el habitual grupo de increpadores se ausentó de la cita. El vestuario madridista vivió en silencio antes del partido y durante el descanso. Más órdenes que soflamas. Los suplentes jugaron un rondo con una pelota fabricada con calcetines. Al final, con el empate a buen recaudo, bromas entre unos y otros. "¿Estarnos todos?", dijo Floro alargando la vista. "Pues, al autobús". Y afuera policías vigilando a nadie.

Enfrente la historia no fue muy diferente. Quizás algo más de bullicio al principio. Gil había comido con sus chicos, así que no volvió a verles hasta finalizado el encuentro. Lo había dejado todo dicho sin decir demasiado. Luego, una bendición: "Habéis luchado, que es lo que os he pedido", "estad tranquilos". Gil ya no parece Gil.

No es de extrañar, pues, que los equipos se desplegaran en el campo con el ánimo de un delineante. Las órdenes se tiñeron de observaciones y se dispusieron a dibujar líneas fronterizas a partir de las cuales cada cual entendía que se trataba de una zona de nadie. Reducido el campo de operaciones a la mínima expresión en medio del combate táctico entre la zona de Floro y la línea adelantada de Luis, los jugadores perdieron su personalidad en aras de la disciplina colectiva. Cada cual fue respetuoso con su posición. Siendo así, el empate estaba firmado de antemano porque el fútbol viajó de zona en zona y traspasó línea tras línea con la simplicidad de unas maniobras militares.

Si acaso, la noche terminó pendiente de Futre, el único protagonista capaz de saltarse el guión. Posiblemente porque no entiende otra interpretación que la suya propia. Es un autodidacta y morirá buscando su sombra en el césped. Lo curioso es que Luis terminó recriminando su actuación. Fue el gran detalle de un partido sin voces altisonantes. Sólo instrucciones. De haber sido disciplinado, el portugués habría terminado atrapado por la zona, esa amplia zona de nadie que se comió el derby, su carácter, sus secuelas y los secretos del vestuario.

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