Sabonis y Simpson resuelven el torneo navideño

Puestos a jugar de cualquier manera, el Estudiantes dispone de mayor imaginación. Puestos a tirar de banquillo, el Madrid cuenta con apellidos de mayor lustre. El primero quiso llevarse el torneo de Navidad con el mínimo esfuerzo, hecho que, dadas la presencia del Madrid y las circunstancias del momento, significaba buscar la cuadratura del círculo. Un surtido de triples de Simpson, la acostumbrada facilidad de Sabonis en la zona y un día especialmente certero de Cargol le impidieron al Estudiantes llegar al final con opciones para el triunfo. El partido se le terminó escapando sin remedio.El ...

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Puestos a jugar de cualquier manera, el Estudiantes dispone de mayor imaginación. Puestos a tirar de banquillo, el Madrid cuenta con apellidos de mayor lustre. El primero quiso llevarse el torneo de Navidad con el mínimo esfuerzo, hecho que, dadas la presencia del Madrid y las circunstancias del momento, significaba buscar la cuadratura del círculo. Un surtido de triples de Simpson, la acostumbrada facilidad de Sabonis en la zona y un día especialmente certero de Cargol le impidieron al Estudiantes llegar al final con opciones para el triunfo. El partido se le terminó escapando sin remedio.El Madrid tiene todavía dificultades para hacer literatura en aquellos partidos en los que está comprometido. Le cuesta desarrollar un baloncesto fácil aun cuando empieza a estar sobrado de referencias, la de Sabonis sin ir más lejos. Es un equipo que no ha alejado del todo algunos de sus complejos más recientes. Ello le conduce a buscar el camino más difícil en partidos donde parte con casi todas las ventajas teóricas. Y esta especie de sobredosis estudiantil que le ha preparado el calendario puede venirle bien. Porque si algo tiene el Estudiantes es cierta facilidad para sobrevivir contra el Madrid en condiciones adversas.

Aunque el marcador sea elocuente y el final estuviera exento del drama que depara habitualmente el derby madrileño, lo cierto es que el Estudiantes mantuvo el partido bajo control durante casi 36 minutos sin hacer nada estadísticamente bueno. No dominó el rebote (era una entelequia pretenderlo si uno por uno todos los pivots del Madrid son más altos y poderosos), pero mucho menos el juego exterior. Mientras el ataque madridista carburaba a un 60% de acierto, al del Estudiantes le costaba llegar al 40%. Este último dato habría bastado para sembrar una diferencia amplia y firmar un partido sin historia. No fue así.

Y no fue así porque al Madrid le cuesta cuadrar eficacia con sencillez. Tiene todos los elementos para hacer un juego demoledor, pero se pierde en incongruencias sin aparente motivo. Ese defecto habría sido determinante en otros tiempos no muy lejanos, y de hecho lo fue durante la pasada temporada. Ahora mismo, y visto que en su plantel figura Sabonis, puede hablarse de una enfermedad leve, de un mal con remedio: cuando vengan mal dadas, balón a Sabonis.

Sabonis ofrece al juego madridista una referencia indiscutible. No es un líder en el sentido literal de la palabra porque no es un jugador que tenga el balón en propiedad ni es un hombre extrovertido. Pero sí es un hombre carismático: siempre es agradable tener a un tio tan alto y tan eficaz en tus filas como descorazonador para sus rivales. Pero su cualidad mayor es la de que se trata de un jugador tan capacitado para hacer fáciles tantas cosas difíciles que termina por centralizar la atención de sus compañeros en los momentos de mayor complicación. Los madridistas no tienen que pensar demasiado cuál es la solución de sus males.

Durante una buena parte del encuentro de ayer, y mientras el Estudiantes hacía cosas muy diversas pero sin continuidad, el marcador madridista se mantuvo gracias al lituano. El reflejo final de su estadística personal no es tan concluyente (simplemente, el máximo anotador del equipo una vez más), pero la influencia sobre sus colegas sí lo fue.

Hubo un largo periodo en el que, mientras Sabonis anotaba, sus compañeros no lo hacían. Pero sus tantos permitieron que un par de jugadores pudieran afinar la puntería. Cuando a los tantos de Sabonis se unieron de golpe los triples de Simpson y Cargol (hasta un total de seis en breves minutos), el Estudiantes perdió el control del partido. De nada le había servido la treta de una defensa en zona, ni algunas jugadas de astucia, ni la oportunidad de disfrutar de buenos contraataques en la reanudación. Sabonis impidió que el Estudiantes alcanzase su objetivo final, por lo que este derby madrileño en tres capítulos (el último el domingo a las 13.00 horas) va camino de convertirse en un refrendo del juego madridista. El Madrid tiene un poderoso antídoto en sus filas.

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