LIGA EUROPEA DE BALONCESTO

El Estudiantes tropieza y se hace daño

Un mal día mal resuelto. Y una derrota de las que hacen daño. Al Estudiantes se le puede exigir a estas alturas que negocie mejor sus compromisos cuando no luce el sol por el horizonte. Un buen equipo sabe como ganar aun jugando deficientemente, y ese fue ayer su pecado. Tres partidos sin el base Azofra suman tres derrotas: tendrán que hacerle un monumento cuando regrese.No hace falta esperar mucho tiempo para advertir cuando el Estudiantes no está para exhibiciones. Hay detalles que lo anuncian cual infausto presagio. Sea que Herreros está torpe, que Orenga no tiene el gesto encarado o que Wi...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Un mal día mal resuelto. Y una derrota de las que hacen daño. Al Estudiantes se le puede exigir a estas alturas que negocie mejor sus compromisos cuando no luce el sol por el horizonte. Un buen equipo sabe como ganar aun jugando deficientemente, y ese fue ayer su pecado. Tres partidos sin el base Azofra suman tres derrotas: tendrán que hacerle un monumento cuando regrese.No hace falta esperar mucho tiempo para advertir cuando el Estudiantes no está para exhibiciones. Hay detalles que lo anuncian cual infausto presagio. Sea que Herreros está torpe, que Orenga no tiene el gesto encarado o que Winslow se esconde. Si alguno tiene dudas, basta entonces leer en el rostro de Pinone: si camina preocupado, meneando la cabeza, es señal de que olfatea el drama. Pinone volvió a ser ayer el jugador más sólido, pero no fue suficiente.

Desde el principio, el Pau-Orthez se plantó amenazante en la cancha con ese gigantón rumano que pasea por Europa. Se llama Muresan, mide 230 centímetros y es mucho menos torpe de lo que parece su desproporcionada figura. La gente tiende al cachondeo con este tipo de jugadores, porque interpreta que se trata de un recurso más aparatoso que útil, heterodoxo y encima poco estético. Muresan tiene, sin embargo, la habilidad de tocar con su manita derecha todo cuanto balón ronda el aro: los toca todos y en todas direcciones, pero para abajo y en el sentido correcto unas cuantas veces. Total, 16 tantos, un buen puñado de rebotes y, lo que es peor, obligó al rival a frustrar varias jugadas cerca del aro. Desde luego, no es para cachondearse.

La presencia de Muresan provocó en el Estudiantes un ritmo cansino, pero no fue la única explicación de su derrota. Para abundamiento de anécdotas, el equipo francés juega con dos hermanos, los Gadou, que ayer decidieron parecer gemelos en la cancha; los dos eran igual de molestos, por lo que no cabía discernir quien era el bueno y quien el malo. Total, 28 puntos entre ambos para satisfacción de sus progenitores. Así que entre el gigantón rumano, los hermanos, el americano nacionalizado (Carter) y el americano fetén (Philips), el Pau-Orthez encontró argumentos para mantener vivo el partido y crear problemas. Ninguno de los dos equipos disfrutó de una ventaja amplia, y el Estudiantes se topó con un rival dispuesto a la victoria en un momento inoportuno. Porque, efectivamente, tanto Pablo Martínez como Herreros y Orenga no vieron el sol por el horizonte.

Los sucesivos empates anunciaban el peligro, pero lo más evidente fue comprobar como el Estudiantes mostraba muchas dificultades para imponer su autoridad. Hacer una canasta resultaba un empeño artificioso y el Estudiantes caminaba en su ataque como por un pedregal. Evitarla fue también frustrante en algunas ocasiones: demasiadas veces la respuesta fue injuriosa, desde un triple (hasta nueve cosecharon los franceses) al peor de los escenarios: la manita derecha de Muresan depositando la pelota en la canasta. Cuando la situación se vuelve borrascosa es imprescindible jugar de oficio, esperar al final y hacer un par de cosas bien hechas. Ahi naufragó el Estudiantes, que se puso a correr a destiempo presa de pánico. Cierto es que en las manos de Pinone estuvo, en el último segundo, la posibilidad de forzar el empate. Pero eso fue lo que el Estudiantes nunca debió propiciar: jugarse la victoria a cara o cruz. Y salió cruz.

Archivado En