Ciudadano Escámez

El veterano banquero, de 76 años, abandonó ayer la presidencia del Central Hispano

"Si fuera americano, habría financiado una película sobre su propia vida..., Ciudadano Escámez". La frase, de un observador ajeno a la banca, trata de resumir de una pincelada la vida de un hombre hecho a sí mismo: el típico / tópico self made man. A la española. Es Alfonso Escámez López, el veterano banquero que ayer abandonó la presidencia del Banco Central Hispano.Pero Alfonso Escámez no es americano y no se le ha pasado por la cabeza, que se sepa, llevar su vida a la pantalla. Aunque habría podido emular al Kane de Orson Welles (salvando las distancias). A los 14 años, tr...

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"Si fuera americano, habría financiado una película sobre su propia vida..., Ciudadano Escámez". La frase, de un observador ajeno a la banca, trata de resumir de una pincelada la vida de un hombre hecho a sí mismo: el típico / tópico self made man. A la española. Es Alfonso Escámez López, el veterano banquero que ayer abandonó la presidencia del Banco Central Hispano.Pero Alfonso Escámez no es americano y no se le ha pasado por la cabeza, que se sepa, llevar su vida a la pantalla. Aunque habría podido emular al Kane de Orson Welles (salvando las distancias). A los 14 años, tras la muerte en accidente de automóvil de su padre, en 1929, dejó los juegos infantiles para enfundarse el traje de botones del Banco Internacional de Industria y Comercio en la agencia de su pueblo, Águilas (Murcia). El banco -presidido por Ildefondo Fierro- fue absorbido en 1941 por el Central. Escámez ascendió poco a poco hasta que, en los cincuenta, el presidente, Ignacio Villalonga, le nombra su segundo.

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"Por fin he encontrado a mi hombre", dijo Villalonga, tras comprobar que la sucesión monárquica de su hijo, Ignacio, estaba descartada.

El delfin Escámez sucedió a Villalonga en 1973. Él ha sido el puente de unión entre tres generaciones de banqueros y testigo de la transición política y económica. Fue senador real y contempló en directo los drásticos cambios de la banca: la crisis de los setenta, su posterior saneamiento y las grandes fusiones, unas frustradas (Bilbao con Banesto, Banesto con Central) y otras logradas (Bilbao con Vizcaya y Central con Hispano).

Esta etapa le ha colocado en difíciles situaciones. Se abrazó a Mario Conde, un banquero de nuevo cuño, con el que luego se peleó. No pudo evitar que los tiburones (el grupo kuwaití KIO) se le metieran en casa. Tampoco le fue fácil librarse de los Albertos, entonces maridos de las Koplowitz, con quienes Escámez tiene gran relación, y de que le torpedearan los consejos de administración y alguna junta de accionistas. Además su relación con el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, no era demasiado buena.

Todo eso y su edad -el 1 de enero cumple 77 años- iban provocando los rumores de sucesión. Escámez, que no oye bien de un oído, se hacía el sordo. Hasta que atajó: "Mi sucesor será un profesional que no llevará mi apellido [no tiene hijos, pero sí sobrinos muy íntimos]". Y el sucesor ha sido José María Amusátegui.

Ahora Escámez tendrá más tiempo para sus aficiones favoritas (si le deja la flebitis que este verano le obligó a ingresar en una clínica de Murcia): escuchar música clásica, jugar al frontón en su finca de La Moraleja con otro veterano: Antón Durán (80 años), presidente de Dragados, y al dominó. También podría salir más a la mar. Podría, pero no querrá. Hoy volverá al despacho, aunque su destino será la petrolera CEPSA, de la que es presidente. También lo es del Banco de Fomento y del Banco Vitalicio.

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