El Taugrés resucitó en Madrid

Una serie larga es como una partida de ajedrez, en la que normalmente mueve el que ha perdido anteriormente. Después de 48 horas de euforia madridista y reflexión vitoriana, la semifinal ha dado un vuelco, propiciado por las variantes vascas y los problemas de tiempo -en baloncesto, llámese personales- del Real Madrid.El Taugrés aprendió varias lecciones el pasado jueves, mientras que el Madrid siguió confiando en los mismos recursos que le dieron su contundente victoria en el partido inaugural. Muchas cosas cambiaron con respecto al primer choque, y la mayoría fueron más productivas para las ...

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Una serie larga es como una partida de ajedrez, en la que normalmente mueve el que ha perdido anteriormente. Después de 48 horas de euforia madridista y reflexión vitoriana, la semifinal ha dado un vuelco, propiciado por las variantes vascas y los problemas de tiempo -en baloncesto, llámese personales- del Real Madrid.El Taugrés aprendió varias lecciones el pasado jueves, mientras que el Madrid siguió confiando en los mismos recursos que le dieron su contundente victoria en el partido inaugural. Muchas cosas cambiaron con respecto al primer choque, y la mayoría fueron más productivas para las supuestas víctimas, el Taugrés, que para los teóricos verdugos, el Real Madrid. La primera fue que ningún jugador blanco fue capaz de dinamitar el partido como lo hizo Simpson. El Taugrés es un conjunto incómodo si no se le aplican terapias expeditivas.

Brown, el técnico vitoriano, puso su firma en el resto de novedades. Dispuso durante muchos minutos de dos bases en pista y sobre todo acertó a colocar una extraña y exitosa defensa en la que Sibilio se olvidó de Llorente y se dedicó a entorpecer a los otros cuatro blancos.

Lo que no tenía previsto el Madrid fueron los problemas derivados de las faltas personales. Primero fue Brown, que en el minuto 7 tuvo que irse al banco con tres personales. Todavía fue peor el carrusel de eliminados. El primero en desfilar fue Biriukov, a los pocos segundos le acompañó Simpson y para terminar la faena le tocó a Brown. El otro era Martín.

Cargol pudo empatar a 83 para extender la agonía cinco minutos más de prórroga, pero la suerte se olía con sólo ver la diferencia entre los dos quintetos del tiempo suplementario. Al Madrid sólo le quedaba el recurso de la heroicidad o confiar en la capacidad de Martín. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. Ahora le toca mover de nuevo.

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