La hora de la desilusión

"El partido histórico", "el partido del siglo", el encuentro que hizo gritar a la prensa del lugar "La Mancha en pie", acabó » como una profesión del silencio. El gol del honor albaceteño fue "una cabronada; podíamos haber ganado". La desilusión se coló en el estadio Carlos Belmonte desde que el Madrid coloco el primer gol. La tristeza se hizo dueña, de hombres y mujeres y niños; en las gradas se escuchaba el leve chasquido de las pipas nerviosamente manipuladas por los dedos; los hombres de la tercera edad temblaban más y comían el pitillo ansiosos; salían de la grada, como cuchillos, gritos ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

"El partido histórico", "el partido del siglo", el encuentro que hizo gritar a la prensa del lugar "La Mancha en pie", acabó » como una profesión del silencio. El gol del honor albaceteño fue "una cabronada; podíamos haber ganado". La desilusión se coló en el estadio Carlos Belmonte desde que el Madrid coloco el primer gol. La tristeza se hizo dueña, de hombres y mujeres y niños; en las gradas se escuchaba el leve chasquido de las pipas nerviosamente manipuladas por los dedos; los hombres de la tercera edad temblaban más y comían el pitillo ansiosos; salían de la grada, como cuchillos, gritos de algunos tenores que diríase radiaban el partido para el cielo. Un tenor: "Este es un hijo de puta" (Villarroya); "éste es un chorizo" (Chendo). Hubo un momento de ilusión y el campo entonó, "Alba,Alba, Alba..." Silencio, pipas, miradas profundas, semblantes adustos y siempre los tenores: "Cabrón", "cabronazo", "maricón", "venga, con un par de huevos". El segundo gol del Madrid congeló el aliento de Albacete en las gradas. Un tenor de otra especie: "Madre mía, qué sufrimiento". Michel entró bronco, y otro tenor responde a la derecha de la presidencia: "Hijo de puta, guarro. Venga, sinvergüenzas". Otra voz distinta: "Benito, toma nota". Se dibujó un rayo de ilusión que tradujo una voz: "A ver si se animan con esa jugada". Pero los rostros siguen sumisos, entregados, envueltos en la pasión. El descanso calmó los espíritus y los espectadores sacaron los bocadillos y bebieron coca. Segundo tiempo, salen los jugadores y un tenor suspira: "Ay Dios mío". Otro: "Venga, perderles el respeto a esos cabrones del Madrid". Otro: "Ay Dios santo". Más: " ¡Julio, venga; Manolo!". Un suspiro más al aire: "¡Ay cuanto sufrimiento!".

Desolación

Hagi marca el segundo gol: una nube de tristeza se abatió sobre el graderío; las mejillas de una joven se encabritaron y llegó a no llorar. Encontronazo Villarroya Quino y, zas, un tenor fue bendecido cuando gritó: "Cabrón". Alguien, hombre, lleva las manos a la cabeza y como si escupiera grita: "Éste es el peor partido de la temporada del Alba" .Y el tenor de turno: "Qué criminal eres, Rocha". Y continuaban las pipas, y las caras infinitamente doloridas. El tercer gol fue una lágrima seca. Hundidos, comen zaron a huir del campo muchos hombres y mujeres y niños; y ya no asistieron al gol del Alba. En las afueras del campo se juraban: "Esto estaba amañao; Mendoza es íntimo de Candel". Y se grita ba: "¡Vendidos!". Yo pregunto: "¿Es cierto eso?". Y él responde: "No, pero la gente se lo cree". Por la mañana en un bar se dijo: "Si goleamos al Madrid se pide la independencia de Albacete". Ramón Mendoza almorzó en el restaurante Álvarez con el presidente del Alba, Candel, y cuando pasaba un amigo le deseó: "Que ganéis". Mendoza respondió: "Sí, pero no hables alto". Un cliente le pidió a un camarero: "No me envenene a Mendoza". El camarero: "A él no, en todo caso a Butragueño".

Archivado En