NECROLÓGICAS

El Cachetero

Antonio Valencia Remón, ex subdirector de Marca y colaborador de varios medios informativos españoles y extranjeros, falleció en Madrid a la edad de 80 años. Los restos mortales del ilustre periodista fueron inhumados ayer en el Alcázar de Toledo, fortaleza de la que fue defensor durante la guerra civil. Periodista y abogado, había ganado el Premio Nacional de Literatura por sus críticas teatrales en el diario Arriba. Como crítico taurino, firmaba con el seudónimo El Cachetero.

El crítico Antonio Valencia murió ayer, después de profesar durante 80 años cierta máxima esteticista según la...

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Antonio Valencia Remón, ex subdirector de Marca y colaborador de varios medios informativos españoles y extranjeros, falleció en Madrid a la edad de 80 años. Los restos mortales del ilustre periodista fueron inhumados ayer en el Alcázar de Toledo, fortaleza de la que fue defensor durante la guerra civil. Periodista y abogado, había ganado el Premio Nacional de Literatura por sus críticas teatrales en el diario Arriba. Como crítico taurino, firmaba con el seudónimo El Cachetero.

El crítico Antonio Valencia murió ayer, después de profesar durante 80 años cierta máxima esteticista según la cual el primer hombre que comparó a una mujer con una flor fue un genio, y el segundo, un imbécil. Identificado hasta la desesperación con la idea de diferenciar un momento de cualquier otro, escribió de teatro con el rigor táctico de un medio centro, narró el fútbol con el sentimiento de un guionista romántico y practicó la crítica taurina bajo el pseudónimo El Cachetero, en un probable intento de autodefinirse. Muchos de sus lectores estaban de acuerdo con este autorretrato: manejaba con precisión exquisita una pluma fulminante, pero en su estilo se hacían compatibles el hierro y la exquisitez.Cuando recibió el Premio Nacional de Teatro, quienes se acercaban a felicitarle no le decían "Enhorabuena", sino "Ya era hora". Pero, atrapado en su traje gris, él no parecía regocijarse mucho: se difuminaba en la neblina de su despacho y sonreía hacia dentro como sólo saben hacerlo los grandes escépticos.

No obstante, y como era previsible en los años de pan y fútbol, alcanzó mayor popularidad por sus crónicas deportivas. Mientras sostenía la mirada de Santiago Bernabéu, compuso el inolvidable Sucedió en Suiza, un libro berrendo en poema que recreaba el campeonato mundial de Ferenc Puskas y Fritz Walter, y fue el inventor de la mitad más uno de todos los tópicos que se han hecho sitio en el periodismo deportivo. De este modo alcanzó el ideal borgiano de imitarse a sí mismo: suyos fueron los primeros balones que lamieron el larguero, suyos los primeros marcajes férreos, suyos los primeros goles que caían como un jarro de agua fría, y suyos los esféricos, los equipos correosos y los cancerberos.

Fue, en suma, el primer hombre que comparó la vida con una pelota.

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