El sindicato CGT mantiene sus vínculos con el PC francés

"La existencia misma de la CGT está en juego", confiesa sin tapujos el documento de trabajo sometido a los participantes en el 441 congreso de la casi centenaria central sindical francesa. El congreso comenzó ayer con la novedad de la dimisión del secretarlo general, Henri Krasucki, pero sin osar poner en cuestión las relaciones con el Partido Comunista de Francia (PCF). La CGT sigue siendo la primera central del país, pero en 10 años ha perdido más de la mitad de sus afilíados.El congreso se desarrollará hasta el próximo viernes en Montreull, una localidad cercana a París. Su objetivo es "enc...

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"La existencia misma de la CGT está en juego", confiesa sin tapujos el documento de trabajo sometido a los participantes en el 441 congreso de la casi centenaria central sindical francesa. El congreso comenzó ayer con la novedad de la dimisión del secretarlo general, Henri Krasucki, pero sin osar poner en cuestión las relaciones con el Partido Comunista de Francia (PCF). La CGT sigue siendo la primera central del país, pero en 10 años ha perdido más de la mitad de sus afilíados.El congreso se desarrollará hasta el próximo viernes en Montreull, una localidad cercana a París. Su objetivo es "encontrar un nuevo aliento". Creada en 1895, la CGT ha visto reducirse implacablemente en la última década el número de sus afiliados, de 1.925.000 en 1981 a 855.000 hoy, contando los jubilados. La central, que en 1950 reivindicaba 3,5 millones de miembros, ha sido víctima de la crisis de todo el sindicalismo francés, de la reducción de efectivos de la clase obrera tradicional en beneficio de los empleados, técnicos, cuadros y profesiones liberales, y, por último, del hundimiento universal del comunismo. El símbolo de su decadencia fue la pérdida en 1991 del comité de empresa de Renault, un bastión comunista desde el Final de, la II Guerra Mundial.

La aceleración de la crisis de la vieja y poderosa confederación ha coincidido con el ejercicio de la secretaría general por Henri Krasucki, el hombre que ayer confirmó su dimisión. Krasucki propone que su lugar lo ocupe Louls Viannet, hasta ahora número dos de la organización.

La CGT se resiste a reconsiderar sus relaciones con un PCF anquilosado por el inmovilismo suicida de Georges Marcháis. El documento de trabajo propuesto a los congresistas ni tan siquiera aborda esa cuestión, y el nuevo comité confederal que presidirá Viannet estará compuesto por ocho militantes del PCF y seis no comunistas.

Y, sin embargo, la CGT parece consciente de su crisis y, en general, de la del sindicalismo francés. Francia, con tan sólo un 10% de los trabajadores sindicados (frente al 80% de Dinamarca, el 30% de Alemania y el 36% de Italia), se sitúa en este aspecto en la cola de los países de la Comunidad Europea. Para hacer frente a esa situación, la CGT afirma desear una modernización de su lenguaje, sus prácticas y su imagen. El pasado junio, Krasucki denunció 1as prácticas burocráticas y contrarias a la democracia" de la central que ha dirigido durante una década. Fue la señal de partida de una ofensiva contra "los conservadores", partidarios de mantener un estricto alineamiento con las posiciones del PCF.

Pero al iniciarse el congreso los reformadores no están seguros de haber ganado la batalla. Tan sólo los ingenieros y cuadros apuestan claramente por la modernización.

La CGT pretende adherirse a la Confederación Europea de Sindicatos, pero sabe que no puede hacerlo sin romper previamente con la Federación Sindical Mundial, una entidad de estricta obediencia comunista vaciada de su contenido tras el hundimiento de los regímenes totalitarios europeos. Ese hundimiento es explicado por la CGT como "el fracaso de una forma autoritaria y burocrática de socialismo". La central reafirma que el capitalismo "no es la solución".

Siguiendo lo dicho en junio por Krasucki, la central reconoce la existencia de "un foso" entre "nuestros principios democráticos y nuestra práctica". Pero la casi segura elección de Viannet para el puesto de secretario general expresa todas las contradicciones de la central. Viannet quiere profundizar la modernización, pero sin ir tan lejos como para provocar una ruptura con los conservadores.

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