El odio hacia el colegiado pudo al malestar con Gil

El estadio Calderón no vivió por primera vez en cinco años un clima contrario a Jesús Gil. El socio del Atlético, en su mayoría, prefirió dejar para mejor ocasión sus protestas hacia la medida presidencial de aumentar en un 65% las cuotas. Optó por ver el partido por televisión y evitar así tener que soportar una noche fría y lluviosa. Las gradas estuvieron semidesiertas.Los pocos que asistieron, unos 15.000, centraron sus comentarlos, antes de ocupar sus asientos, en la polémica decisión de Gil. Pero el dirigente del Atlético, que no acudió al encuentro por encontrarse en Gibraltar por motivo...

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El estadio Calderón no vivió por primera vez en cinco años un clima contrario a Jesús Gil. El socio del Atlético, en su mayoría, prefirió dejar para mejor ocasión sus protestas hacia la medida presidencial de aumentar en un 65% las cuotas. Optó por ver el partido por televisión y evitar así tener que soportar una noche fría y lluviosa. Las gradas estuvieron semidesiertas.Los pocos que asistieron, unos 15.000, centraron sus comentarlos, antes de ocupar sus asientos, en la polémica decisión de Gil. Pero el dirigente del Atlético, que no acudió al encuentro por encontrarse en Gibraltar por motivos particulares, cambió enseguida su tema de conversación con un informe de ocho páginas entregado a cada aficionado al entrar al recinto. Los árbitros, el Real Madrid y los medios de comunicación eran, una vez más, el centro de sus críticas. Los socios se olvidaron entonces de la subida de sus abonos.

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La primera media hora de juego estuvo marcada por el silencio. Tan sólo, algún que otro silbido a los futbolistas rojiblancos -los primeros de la temporada-. Gritaban, eso sí, los ultras del Frente Atlético. A ellos no les afecta apenas la subida de las cuotas porque están subvencionados por el club. Pero en el minuto 35 Futre cayó dentro del área y los 15.000 aficionados presentes comenzaron a cebarse en Merino González, con el club que preside Ramón Mendoza y con los periodistas.

"Un robo descarado"

"Es un robo descarado", fue el comentario generalizado. Unos, optaban por utilizar el ingenio al protestar -"estos sevillanos no nos habrán robado bastante con el tren de alta velocidad..."Otros, por acordarse de los familiares del colegiado canario. Y otros, por tirar de la hemeroteca -"así, así, así gana el Madrid"- Uno, casi al final del choque, encontró una lectura distinta a la actuación arbitral: "La culpa la tiene Gil por echar tanta leña al fuego".

Cada caída rojiblanca dentro del área sevillista iba acompasada de un rotundo "¡penalti!". Cada caída fuera, con la "¡tarjeta!". Merino no hizo caso nunca a lo uno y casi nunca a lo otro. La respuesta del público fue: "¡Será sinvergüenza!" y "¿qué diran ahora los cabrones de la Prensa?". Cuando Zamorano marcó el segundo gol, se escuchó: "¡Qué desgracia de árbitro... y de equipo!". El defensa sevillista Diego se lesionó minutos después y acaparó los insultos. Él y su mujer, la cantante Lucía. Tras el tercer tanto, de Andrades, hubo un sector de aficionados que aplaudió la jugada.

Y concluyó el encuentro. Algunos, los menos, se metieron con Luis -"¡echa a Schuster!"-, con Futre -"¡vete a Portugal!"- y con el equipo en sí -"¡mucho dinero!"- Otros, bastantes más, con los periodistas -"¡Prensa, culpable!"- De hecho, a Francisco Grande, de Televisión Española, le intentaron agredir. Y todos, con Merino. Con Gil, nadie.

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