Las bodas de oro de un gran mercader

José Manuel Lara celebra hoy sus 50 años de casado y sus 50 editoriales

Hace 50 años que este señor se casó y empezó su pequeño planeta debiendo 100.000 pesetas al Banco Zaragozano. Hoy, con motivo de sus bodas de oro, puede ofrecerle a su esposa, María Teresa Bosch, un diamante de 75 millones y el control de 50 editoriales, una por cada año de casados. Este personaje irrepetible ha conseguido crear un imperio empresarial a partir de un producto con tan poca demanda en España como es el libro. Antes de editor fue bailarín con Celia Gámez y capitán de la Legión. Tras la guerra civil dejó las armas porque le gustan las cosas difíciles. Estaba convencido de que s...

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Hace 50 años que este señor se casó y empezó su pequeño planeta debiendo 100.000 pesetas al Banco Zaragozano. Hoy, con motivo de sus bodas de oro, puede ofrecerle a su esposa, María Teresa Bosch, un diamante de 75 millones y el control de 50 editoriales, una por cada año de casados. Este personaje irrepetible ha conseguido crear un imperio empresarial a partir de un producto con tan poca demanda en España como es el libro. Antes de editor fue bailarín con Celia Gámez y capitán de la Legión. Tras la guerra civil dejó las armas porque le gustan las cosas difíciles. Estaba convencido de que ser militar en la guerra era muy fácil, pero que en la paz podía ser horroroso. Se instaló en Barcelona, y el mismo día que llegaba a la ciudad el conde Ciano conoció a la que sería su mujer tomando café con una amiga en una mesa del salón Rosa. Se casaron un año y medio después y el apuesto galán renunció a un buen sueldo en la Pirelli para montarse la vida por su cuenta. La vida de Lara ha sido siempre la de comprar bien y vender mejor. Fundó tres academias en las que María Teresa impartía lecciones de literatura, y él, de matemáticas. Cuando no llegaba el dinero, el joven Lara se refugiaba en los anuncios por palabras de los periódicos, y en el engarce de la gente que quería comprar y los que querían vender obtenía el beneficio necesario para ir tirando. Finalmente llegó la hora de una minúscula editorial Planeta instalada en un pequeño piso y con una plantilla de tres personas. María Teresa no pisó nunca la editorial de su marido, pero leía los manuscritos que les llegaban y daba su criterio sobre lo que se había de editar. Un día César González-Ruano le presentó a un escritor con novela. Se llamaba José María Gironella, y Los cipreses creen en Dios fue el gran despegue de Lara en el mundo de la edición.

Este comerciante de libros, que avala a los conservadores y coquetea con la izquierda, ha construido una empresa en la que la eficacia y el paternalismo van de la mano. Los vendedores son la pieza clave de su organización y se jacta de que algunos de ellos se lleven 80 millones anuales en concepto de comisiones. "Hay que excitar a los vendedores a que compren cosas. Un chalé, un yate, un abrigo para sus mujeres. Si tienen dinero no venden. Sólo haciéndoles gastar acaban vendiendo más". Para este viejo zorro, administrador de las letras de otros, todos los trucos son buenos a la hora de vender. Ahora piensa competir con sus libros entre los hispanos de Estados Unidos. Entre el charlatán de feria y el gran mecenas de los mejores escritores se encuentra este sevillano que habla del dinero con el impudor de quien tiene mucho, pero también con la ilusión de quien lo ha ganado lentamente.

En sus bodas de oro, José Manuel Lara y María Teresa Bosch han debido contar su vida a centenares de periodistas y han descolgado el teléfono para recibir las felicitaciones de gobernantes y de figurones. Al fin y al cabo, este señor gestiona sus memorias y se las compra en una fascinante constatación de que la literatura bien entendida empieza por uno mismo.

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