Mark Spitz vuelve a la competición 19 años después de su retirada

El norteamericano Mark Spitz, el nadador olímpico más ilustre de la historia (ganó siete medallas de oro en los Juegos de Múnich de 1972), vuelve a competir 19 años más tarde con el objetivo de estar en Barcelona 92. Hoy, en Misión Viejo (California), a los 41 años, se enfrentará en un mano a mano al velocista Tom Jager en los 50 metros mariposa, con 20.000 dólares (dos millones de pesetas) para el ganador. Dos semanas después volverá a hacer lo mismo frente a Matt Biondi, estrella de los Juegos de Seúl, esta vez por 35.000 dólares.Ray Esseck, director ejecutivo de la Federación Estadou...

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El norteamericano Mark Spitz, el nadador olímpico más ilustre de la historia (ganó siete medallas de oro en los Juegos de Múnich de 1972), vuelve a competir 19 años más tarde con el objetivo de estar en Barcelona 92. Hoy, en Misión Viejo (California), a los 41 años, se enfrentará en un mano a mano al velocista Tom Jager en los 50 metros mariposa, con 20.000 dólares (dos millones de pesetas) para el ganador. Dos semanas después volverá a hacer lo mismo frente a Matt Biondi, estrella de los Juegos de Seúl, esta vez por 35.000 dólares.Ray Esseck, director ejecutivo de la Federación Estadounidense, aseguró que las pruebas realizadas en una pileta de laboratorio demostraron que la técnica de Spitz sigue siendo superior. "Es una máquina", dijo Esseck. "Los resultados demuestran que puede para lograr un puesto en el equipo olímpico".

Spitz se entrena con el equipo de natación universitario de UCLA. Las frías estadísticas dejan claro cuál es su meta. Spitz ganó los 100 metros mariposa en Munich con 54.27 segundos, con lo que habría sido octavo en Seúl 88. Se calcula que debe nadar en 52.09 segundos para alcanzar uno de los dos puestos del equipo olímpico. El récord mundial. 52.84, lo logró el americano Pablo Morales en 1986.

Spitz regresa porque cree que se marchó prematuramente. En su día optó por el cine, pues tenía pinta de galán con bigote, pero sus dotes artísticas no pudieron compararse con las deportivas. Acabó vendiendo pisos. Reprimió hasta 1989 todo impulso de volver. Una tarde llevó a su hijo a ver un partido de baloncesto en un centro deportivo. Se detuvo durante un momento para observar a los nadadores en la piscina. Alguien le preguntó si deseaba lanzarse al agua. Fue un canto de sirena que lo cautivó en el acto.

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