AJEDREZ

Kárpov y Kaspárov juegan desde ayer sin banderas

El Comité de Apelación del Campeonato del Mundo de ajedrez, que disputan en Nueva York los soviéticos Gari Kaspárov, actual campeón, y Anatoli Kárpov, decidió ayer que no haya banderas en la mesa de juego durante el resto del encuentro. El jefe de la delegación de Kárpov, Nicolal Krogius, protestó formalmente porque Kaspárov había sustituido la enseña soviética por la tricolor de la República de Rusia. Kaspárov, que gana por 2 a 1, jugaba con las piezas blancas la cuarta de las 24 partidas previstas al cierre de esta edición.Esta decisión recuerda a la que se tomó en Baguio (Filipinas), en 197...

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El Comité de Apelación del Campeonato del Mundo de ajedrez, que disputan en Nueva York los soviéticos Gari Kaspárov, actual campeón, y Anatoli Kárpov, decidió ayer que no haya banderas en la mesa de juego durante el resto del encuentro. El jefe de la delegación de Kárpov, Nicolal Krogius, protestó formalmente porque Kaspárov había sustituido la enseña soviética por la tricolor de la República de Rusia. Kaspárov, que gana por 2 a 1, jugaba con las piezas blancas la cuarta de las 24 partidas previstas al cierre de esta edición.Esta decisión recuerda a la que se tomó en Baguio (Filipinas), en 1978, cuando el disidente soviético Víctor Korchnoi quiso jugar con la bandera de Suiza, donde se había asilado. La delegación de Kárpov propuso que el traidor jugara con una bandera blanca donde se pudiera leer "apátrida"; la organización decidió que se jugase sin banderas. Korchnoi, presente ayer entre los espectadores, dijo a EL PAÍS: "En realidad, lo que le molesta a Kárpov es su propia bandera, que significa mucho en su vida. Es como un toro, se excita mucho con el color rojo".

A pesar de la derrota que sufrió en la segunda partida, después de que Kaspárov aplicase un estudio de laboratorio, el aspirante volvió a plantear ayer la variante Zaitsev, su entrenador, de la apertura española, pero introdujo una nueva idea en la jugada 17. Hasta ese momento, ambos volvieron a poner en práctica la guerra de miradas intensas a los ojos, tan frecuente durante el encuentro de Sevilla, en 1987.

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